Cuando se camina por el Capitolio Nacional habanero o por las inmediaciones del siempre ajetreado parque de la Fraternidad es imposible no quedar anonadado por la magnificencia de un enorme pórtico asiático que se alza entre edificios ruinosos, anunciando con gracia y elegancia ancestral la entrada al barrio chino de La Habana.





Con el descenso del comercio negrero, en 1847 comienzan a llegar a Cuba las primeras embarcaciones cargadas de chinos, traídos bajo contrato a los campos de caña de azúcar, huyendo de la opresión política y religiosa que vivían en su país de origen, trajeron consigo su fuerza de trabajo, sus pintorescas costumbres y el budismo como filosofía de vida.
  Los chinos hallaron en Cuba condiciones de semiesclavitud, forzados a largas jornadas laborales por
Monumento al soldado chino
un mísero salario pero, a pesar de dichas condiciones cientos de miles de ellos partieron desde Taiwán, Macao y Hong Kong para reemplazar o trabajar junto a los esclavos africanos, y al término de sus contratos de ocho años muchos decidieron establecerse permanentemente en Cuba, incorporándose incluso a las guerras por la independencia cubana, hoy en día, en honor a los casi 2000 valerosos chinos que empuñaron el machete junto a los cubanos, se erige un obelisco en la calle Línea y L en el que se lee «No hubo un solo desertor chino cubano, ningún traidor chino cubano».

 Los laboriosos asiáticos lograron emanciparse de su esclavitud en 1877, mediante la firma del Tratado Chino-Español, que suspendió legalmente la contratación pero no la inmigración, produciéndose así varias oleadas migratorias posteriores que trajeron más chinos a nuestra isla tropical, huyendo de la discriminación de la que eran víctimas en Estados Unidos o del caos político de la China Continental, según cifras hacia finales del siglo XIX había en Cuba 150 000 chinos .La comunidad china en Cuba se convirtió pronto en una de las más prósperas e importantes de toda América.
 Asentados en 1858, en la calle Zanja , Chang Leng fundó una humilde fonda y, a su lado, Lam Siu Yi abrió un puesto de hortalizas, estableciendo así las cimientes del Barrio Chino de la Habana, compuesto fundamentalmente por las calles Zanja, Rayo, San Nicolás y Dragones donde empezaron rápidamente a expandirse los comercios chinos en La Habana.
Los vivaces hombres de ojos rasgados fundaron rápidamente imprentas, sociedades, restaurantes, tiendas, teatros, colegios, clínicas benéficas, bancos, lavanderías, farmacias, casas de juego, prostíbulos y funerarias, indiscutiblemente era ¨una ciudad asiática en miniatura¨ como bien la calificase Leonardo Padura, en su libro ¨El viaje más largo¨ .
 Hacia 1920 el Barrio chino se había convertido en uno de los centros de atención más importantes de la ciudad, para extranjeros y habitantes de la misma, debido a sus hermosísimas representaciones teatrales, fiestas tradicionales, exposiciones de acrobacias o artes marciales, sus vastos conocimientos de medicina natural, que les ganaron el paradigma del médico chino como galeno extremadamente sabio e inteligente, y su inigualable gastronomía.

 Incluso, era común encontrar en las mansiones de las grandes familias de la capital, exquisitos adornos de jade  y marfil, vajillas de porcelana, telas de seda, aceites y perfumes exóticos que compraban allí. 
Debido a la escasez de mujeres chinas varias generaciones de inmigrantes establecidos en Cuba se casaron con mestizas, propiciando así, que en la actualidad la mayoría de los chinos cubanos tengan raíces españolas y africanas, era practica común entre los hombres chinos la compra de esclavas para luego otorgarles la libertad y eventualmente contraer matrimonio con ellas. 
 

  Con la llegada de Fidel Castro y el cambio drástico que esto supuso en la situación política y económica de la nación, muchos propietarios de tiendas y restaurantes salieron de Cuba en desacuerdo con la expropiación de sus negocios, resultando en un éxodo masivo que redujo bruscamente el número de chinos puros residentes en el barrio, causando un adormilamiento en sus tradiciones y costumbres, que poco a poco fueron quedando en el olvido, hasta que en 1990 se inició un fuerte proceso de recuperación de las tradiciones que revivió el espíritu dormido del Barrio Chino habanero.
 Se fundó la Casa de las Artes y Tradiciones Chinas, comenzó a celebrarse el Año Nuevo Lunar y el aniversario de la entrada de los chinos en Cuba, se realizan habitualmente exposiciones y eventos danzarios y deportivos en homenaje a la cultura ancestral.
  Curiosamente La Habana posee el único barrio chino que tiene un cementerio propio, ubicado en
Nuevo Vedado, cerca de la exuberante  Necrópolis de Colón, es un ejemplo genuino de la historia de la civilización asiática en nuestra tierra. Ocupa aproximadamente 8 kilómetros cuadrados y esta dividido en cuatro secciones de cuadros irregulares que representan la tierra, el cielo, el mundo de los vivos y los muertos.
 En la actualidad solo una porción del emblemático  barrio está habitada por chinos cubanos y sus descendientes pero sus tradiciones han quedado bien arraigadas en la mezcla cultural que conforma la idiosincrasia cubana.