Habana es sinónimo de  Giraldilla, Morro, Capitolio, decir Habana es decir Malecón, símbolo inequívoco de nuestra urbe, conocido mundialmente como identificativo de la capital cubana. Todo habanero ha pasado alguna que otra noche arrullado por la brisa marina y el rumor de las olas, sentado en su muro, compartiendo tragos en grupo o romanceando con algún amor veraniego con el sonido de guitarras lejanas de fondo; ¿pero alguna ve te has aventurado a imaginar como lucía la fisonomía habanera antes del malecón ? 

Fuente: Habanaradio


Antes de que el Malecón existiera las casas  que se edificaban en la acera de la calzada de San Lázaro se levantaban sobre pilares y contaban con una especie de sótano abierto solo por el fondo que devolvía las olas.

Según Eduardo Tella, renombrado ingeniero y arquitecto, la zona del litoral habanero antes de construirse el malecón era ¨ una costa rocosa, llena de inmundicias, con un sin número de zanjas abiertas en las rocas que partiendo de los fondos destartalados de las casas de la calle San Lázaro vertían sus excretas al mar, y cloacas abiertas que desembocaban por el centro de las calles transversales; añádanse depósitos de materiales, barracones de madera pomposamente llamados baños.¨

Baños del Malecón 1906 Fuente: Memorias y acontecer cubano

Y es que por allá por el  1819 la gente se bañaba en lo que llamaban ¨pocetas de ahogado¨, que se aprovechaban de la disposición de las rocas o se cavaban artificialmente en las mismas y variaban en tamaño desde pequeñas con locales reservados para la familia, hasta muy amplias, por supuesto con la urbanización estos ¨baños de mar¨ desaparecieron para dar paso a nuestro glorioso malecón.

El proyecto original nació en 1874 de la iluminada mente de Don Francisco Albear y Lara , afamado ingeniero, padre intelectual del también conocidísimo Acueducto de La Habana, pero en aquella fecha su propuesta fue rechazada por el gobierno colonial,  que no estaba dispuesto a financiar los costes de tal obra.

 

Primer tramo 1901 Fuente: DocPlayer  

Su construcción fue realizada por etapas sucesivas y se alargó por casi 50 años, la primera etapa constructiva se inició el 6 de mayo de 1901, en tiempos de la intervención militar norteamericana y al cese de esta el 20 de mayo de 1902 la obra se extendía desde el Paseo del Prado hasta la calle Crespo, el proyecto norteamericano contemplaba farolas y arboles presentes a lo largo del paseo pero la idea fue desechada con la entrada del primer ciclón, en 1921 la construcción  había avanzado hasta la Avenida 23,  pero habría que esperar un par de años para proseguir, pues la obra, en esta segunda etapa, al pasar frente al hoy Hotel Nacional, exigía separar el muro unos 30 metros del litoral y rellenar un área de más de 100 000 metros cuadrados.

 Extender el malecón desde el castillo de la punta hasta la Capitanía del puerto fue una idea que surgió en 1921, el proyecto comprendía ganarle 111 000 metros cuadrados al mar y destinarlos a parques y soluciones viales.

 El General Machado y su ávido ministro de Obras publicas, Carlos Miguel de Céspedes extendieron el Malecón hasta la calle G, donde Céspedes, en un ademan de guataconería suprema, planeaba erigir un monumento a Machado, pero el dictador fue derrocado antes y, junto a sus ministros y funcionarios  se vio obligado a salir huyendo de la isla.

 El general Fulgencio Batista, alrededor de 1955, prolongó la construcción hasta la calle Paseo, donde se interpuso el Palacio de Convenciones y Deportes, situado antiguamente donde hoy se encuentra la Fuente de la Juventud, en ese entonces al oeste de dicho Palacio de Convenciones y Deportes no se había trazado el Malecón, ni existían tampoco  viviendas u otras edificaciones en el área, pero la construcción del túnel de Calzada en 1958 determinó que el Malecón enlazara con esa vía subterránea que terminaría uniéndolo con la Quinta Avenida.

Ocho mil metros de un ancho muro de cemento, bautizado por algún ocurrente como ¨el banco más largo del mundo¨, bendicen a La Habana, su función principal, además de ser una obra estratégica para detener el paso del mar es ser un espacio mágico de reunión, para turistas y locales que, atraídos por su aire seductor, mezcla de aliento marino con notas musicales, pasan febriles noches bajo las envidiosas miradas de las estrellas celosas de su suerte.