Cuentan que Deirdre era hija de un bardo llamado Redimido mac Daill. Que cuando aún estaba en el vientre de su madre, durante un festín en la corte del Rey Conchobar se escuchó un grito tan desgarrador que hizo a los caballeros pelear entre sí y que el grito provenía de la propia Deirdre. 


El gran Druida de la corte reveló una terrible profecía sobre la niña. Decía que sería una muchacha de belleza perturbadora, de largas trenzas rojizas e hipnóticos ojos verdes. El druida predijo que su belleza estaría maldita, que reyes y señores irían a la guerra por ella y que los mejores guerreros de la ciudad sería exiliados por su culpa. 

Al nacer la pequeña, la profecía fue reiterada, por lo que los altos señores del pueblo intentaron forzar al bardo a matar a su hija. Pero el Rey, asombrado ante la futura belleza de la niña, decidió exiliarla, junto a su propia nodriza, hasta que tuviese edad suficiente para poder desposarla. 

Los años pasaron y la chica creció, convirtiéndose en la hermosa joven que había predicho el druida. Destinada a desposar al rey y en el último invierno antes de su boda Deirdre vio un cuervo bebiendo de un charco de sangre sobre la nieve. Inspirada por los colores la joven preguntó a su nodriza si todos los maridos eran viejos arrugados como el Rey o si existía alguno que tuviese los cabellos negros como los cuervos, la piel blanca como la nieve y los labios rojos como la sangre. 

La anciana , guiada por el amor a la chica, y olvidando la profecía, le habló de un joven llamado Naoise, que reunía toda aquella belleza y cantaba y cazaba en la corte del Rey. Con la ayuda de la nodriza los jóvenes se conocieron . 

Fue amor a primera vista, pero el joven conocía el matrimonio al que estaba predestinada su amada. Deirdre, consciente de su destino lo convenció para fugarse con ella, y así lo hicieron, acompañados de los valientes hermanos de Naoise. Vivieron felices durante un tiempo , pero el Rey, humillado y enfurecido ordenó su persecución. 

Los cuatro huyeron al Reino del Alba (Escocia), pero no hallaron cobijo, pues cada Rey al que rogaban por refugio intentaba matar a los tres hombres para quedarse con la hermosa muchacha. Así se cumplía la profecía del viejo druida. Todos los reyes peleaban por ella. Terminaron los cuatro en una isla remota, pero Conchobar dio con ellos. 

El astuto monarca planificó una terrible trampa. Envió a Fergus Mac Róich, ofreciéndoles un salvoconducto de vuelta a casa. Pese a las advertencias de Deirdre, los tres jóvenes aceptaron el salvoconducto, y todos juntos regresaron. Enterado de su llegada, el Rey envió a la antigua nodriza a espiar a la joven, ansioso por descubrir si los años habían deteriorado su belleza. La anciana, intentando protegerla dijo al Rey que Deirdre ya no era bella. Pero Conchobar no confió en su palabra y envió a otro espía. Este regresó tuerto, a causa de un ataque de Naosie, pero contó al Rey que Deirdre seguía siendo tan hermosa como siempre. 

Al día siguiente se dio una gran batalla entre Naoise, sus hermanos y algunos caballeros que los apoyaban y el colérico Rey . El combate se inclinaba a favor del joven amor de Deirdre, pero el viejo Rey evocó entonces su juramento de lealtad hacia él y se llevó a la chica. Minutos más tarde Naoise moría a manos de un guerrero llamado Éogan. 

Por fin pudo el Rey convertir a Deirdre en su esposa. Sin embargo tras un año de nupcias se sentía frustrado por su frialdad. Un día le preguntó cual era la persona, que luego de él mismo, odiaba más en el mundo. Ella contestó que era aquel que había asesinado a Naoise. Acto seguido le anunció que la entregaría entonces a Éogan. 

Mientras la llevaba a la corte de su nuevo "amo", Conchobar se burlaba de Deirdre, diciéndole que era

una oveja entre carneros. Cuenta la historia que entonces la joven se suicidó arrojándose del carro. Conchobar ordenó que fuese enterrada en las colinas donde creció. Pero poco después un grupo de personas robó su cadáver para darle nueva sepultura junto a la tumba de Naoise. 

Cada tumba fue marcada por una estaca de tejo. Dos años más tarde, de cada estaca creció un árbol. Sus troncos estaban separados por seis pies de distancia, pero los tejos continuaron creciendo y sus ramas terminaron por entrelazarse, dando la impresión de que se trataba de un solo árbol.