Bajo la luz gélida de los relámpagos, esbeltas sobre las colinas más altas o enterradas en los bosques mas espesos, surcadas por grietas que marcan el paso el tiempo y el abandono, imponentes como castillos vampíricos o sencillas edificaciones de madera crujiente y bisagras chirriantes, atrayendo con su fulgor místico a toda clase de curiosos, hambrientos de adrenalina, desafiándolos, con una sonrisa burlona, a pasar la noche entre sus fantasmas.

 Las casas embrujadas son elementos recurrentes en ficciones literarias y cinematográficas y por supuesto en las leyendas urbanas y tradiciones orales de cada país.

  Propiedades marcadas por la tragedia y el horror resultante en muerte, ya sea por horribles asesinatos, accidentes atroces o suicidios desdichados, actuando como portales entre el mundo de los vivos y los muertos, eternamente ligadas a la superstición y el miedo.

La casa de Juan "El Colorao" 


 En el poblado de San Cristóbal, a un costado de la autopista que une La Habana con Pinar del Río, justo donde el marcador denota el kilómetro 78, se encuentra la deshabitada y controversial morada de Juan "El Colorao".

Cuentan los moradores de la zona que la casa ha estado vacía por más de 20 años y que al caer la noche se escuchan sonidos aterradores, calderos que se caen y hasta se han avistado luces fantasmagóricas inexplicables ya que la casa no posee fluido eléctrico de ningún tipo.

Narra la leyenda que estuvo originalmente habitada por dos hermanos, quienes sumergidos en una riña nefasta acabaron mutuamente con sus vidas en un baño de sangre terrorífico que marcó con el estigma del mal la morada.

A pesar de que nadie a visto realmente los entes que embrujan la ruinosa propiedad lo cierto es que todos los que han intentado vivir allí han huido despavoridos aterrorizados por los sonidos inexplicables que interrumpen el silencio nocturno y el innegable ambiente perturbador del lugar.

 La casa embrujada de Palmarito

 En el pueblo pinareño de Palmarito se alza una casa que es motivo de rumores, miradas inquietas y

persignaciones de los creyentes que tratan de alejarse lo más posible del mal que reside allí.

Alberto Calà quien vivió en sus entrañas por un año narra con ferviente convicción que tuvo que salir huyendo porque "sentía que estaba muriendo".

 Cuenta también, que una noche mientras conversaba plácidamente con su esposa empezó a sentir unos terribles escalofríos que le paralizaron brazos y piernas mientras observaba con horror como uno de los faroles de la casa se desplazaba levitando de un lado a otro, voces femeninas, salidas de la nada, que gritaban con desesperación el nombre de moradores ya difuntos del inmueble y luego le pedían acostarse junto a él en su cama lo desterraron para siempre de el maléfico lugar. 

Dos décadas han pasado desde que Calá huyó sin mirar atrás y desde entonces los incrédulos que han llegado a establecerse allí han sido víctimas de crueles destinos, que los han conducido a suicidios y muertes inexplicables.

 Se dice que la casa pertenecía a una familia adinerada que nunca aceptó la presencia de nadie en su propiedad, ni siquiera para trabajar, por eso sus espíritus la protegen de cualquier intruso que pretenda habitar en ella.

 El chalet embrujado de Báguanos


En el pueblo de Báguanos, justo a las afueras de Holguín se yergue un caserón imponente con más de medio siglo de existencia, que atrae a turistas curiosos desde todas partes del mundo, sedientos de encontrarse con un fantasma cubano.

 Los que han tenido la desdicha de vivir allí han experimentado la fría puñalada del miedo al escuchar ruidos de cadenas que se arrastran y encontrar objetos que inexplicablemente cambian de lugar.

Cuentan que hace mucho tiempo un policía que se animó a vivir allí escuchaba voces incorpóreas en la oscuridad de la noche, golpes agresivos contra las paredes y el techo, como si alguien muy enojado lanzara piedras a la casa en ataques de ira intermitentes, tal vez uno de sus descubrimientos más espantosos fue hallar que las ollas que antes yacían vacías en el fogón aparecían ante sus ojos perplejos llenas de tierra y aunque nunca pudo ver al  huidizo fantasma que parecía regocijarse en su horror, tuvo que salir huyendo, temeroso por su vida, a la semana de haber llegado.