sábado, 14 de septiembre de 2024

La despertó el timbre del teléfono, del otro lado escuchó un efímero chasquido y luego el tono de marcación, era medianoche y volvió a la cama. Poco después un ruido en el piso inferior la arrancó del sueño otra vez . Bajó despacio, y al alcanzar el último escalón se apagaron todas las luces de la casa. 

Alguien se movía en la oscuridad. Su voz masculina demandó dinero. Ella corrió hacia el teléfono. No daba tono, estaba muerto. Podía sentirlo acercándose, asustada, gritó a su hija que se encerrara en la habitación y corrió  en busca de ayuda . Cuando volvió el intruso no estaba; pero había abusado horriblemente de su hija. 

No fueron ellas sus primeras víctimas, ni serían las últimas. A lo largo de la isla se extendía el terror bautizado como: "La bestia de Jersey". 



Edward Paisnel nunca mató a nadie. Era un ciudadano normal, devoto esposo y buen samaritano que, en Navidad, se vestía de Santa Claus para divertir a los niños del orfanato; sin embargo no era ese su disfraz favorito.  Prefería transformarse en bestia, escondido detrás de una máscara de caucho, una peluca, un largo saco y unos brazaletes adornados con clavos; pero durante once largos años nadie lo supo. 

Al principio tomaba a sus victimas de la calle. Se escabullía detrás de las mujeres, les enroscaba una soga al cuello y las llevaba lejos para abusarlas. Luego comenzó a entrar en las casas. Trepaba por las ventanas, moviéndose en las sombras arrancaba a mujeres y niños de sus camas.  Se los llevaba para abusarlos y luego los devolvía a la puerta de sus hogares. 

Sus víctimas rememoraban con pavor la sensación de despertar y encontrar frente a su cama aquella figura que parecía salida de una novela de terror. Los ciudadanos de la Isla de Jersey dejaron de sentirse a salvo en sus propios hogares. La policía poco o nada pudo hacer a

falta de evidencia y los crímenes quedaron impunes por más de una década. 

 El diecisiete de julio de mil novecientos setenta y uno Edward Paisnel fue detenido por saltarse un semáforo en rojo e intentar evadir la persecución policial en un automóvil robado. Solo entonces fue relacionado con los crímenes, pues hallaron en el auto su infame disfraz de bestia. 

Una vez bajo arresto las evidencias en su contra crecieron, y en diciembre del mismo año fue declarado culpable de trece cargos de agresión, violación y sodomía y sentenciado a treinta años de prisión. A pesar de que alrededor de cien personas lo denunciaron como su agresor.

La bestia cumplió su corta condena y regresó a Jersey luego de su liberación; pero el dolor y el odio de quienes nunca olvidaron sus horrendos crímenes lo hicieron mudarse a la Isla de Wight donde lo encontró la muerte en 1994, en completa libertad. 




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