jueves, 11 de febrero de 2021

Alberto Manuel Yarini y Ponce de León, ¿Quién ignora la identidad del afamado proxeneta cubano?. Quien por pudor o conveniencia se ha preferido sepultar en la historia, a pesar de ser uno de los personajes más célebres de su época ningún libro académico que narre la historia de Cuba, publicado antes o después de 1959, hace referencia a su figura, demasiado enturbiada para representar a la burguesía del siglo XX y extremadamente distante de la representación del ciudadano modelo del proletariado, expulsado de los libros pero eternamente vivo en la memoria de un pueblo que lo transformó en santo.

 


Nacido de una estirpe de personas ilustres, amantes de la ciencia, la urbanidad y la cultura, poseedores de gran fortuna y lujosas maneras, educado esmeradamente, viajó a Estados Unidos a muy temprana edad para continuar sus estudios y como resultado hablaba inglés fluidamente.

 Siempre engalanado con las mejores vestimentas, perfumado con los aromas más embriagantes, elegante y gallardo, con los bolsillos sin fondo y el carácter tan bondadoso y caritativo como explosivo y peligroso, hizo del sudor de los muslos de las chicas, que no hallaban otra manera de mantenerse que practicar el meretricio, su sustento y reinado.

 Y construyó una monarquía tan bien lograda con su carisma y ferocidad que inspiraba respeto y admiración  entre doncellas y ¨colegas del oficio¨, con su capacidad innata de deshacerse en sonrisas y halagos en presencia de las damas mientras que entre los caballeros había que rendirle pleitesía, cuidando muy bien del tono en que se le dirigía la palabra para no desatar su temible ira.

 Fue un personaje capaz de nadar perfectamente en ambas aguas de las clases sociales y su rutina así lo evidenciaba, se levantaba tarde y desayunaba siempre en su hogar en la calle Paula 96, luego sacaba a pasear a sus perros, siempre con el mismo recorrido descendente hasta Picota donde se encontraba con su amigo y fiel mano derecha Pepe Besterrechea para tomar un trago en una fonda cercana, era gustoso de la ópera y se le encontraba en ocasiones sociales de la élite junto grandes aristócratas y personalidades.

 Sin explicación aparente tomó gran interés por la política y se unió al Partido Conservador de la todavía joven república, su extraordinario carisma y grandes dotes de orador lo llevaron prontamente a dirigir el partido y a desear un puesto en la Cámara de Representantes, incluso muchos concuerdan en que de no haber sido interrumpido por la muerte Yarini hubiese podido llegar hasta la silla presidencial.

Incontables lo describen como una personalidad temeraria que tenia el don de hacer flaquear a los tipos más duros, los músicos Gonzalo Roig y Sindo Garay coinciden en estas afirmaciones y numerosos relatos lo demuestran, como la ocasión en que se encontraba cenando con el General Raúl Rabí, un negro masón, abakuá e independentista y escuchó risillas burlonas provenientes de una mesa vecina, pidió a sus acompañantes trasladarse a otro sitio y luego volvió sobre sus pasos, se acercó a la mesa de los risueños y en perfecto inglés les dijo:¡Ese negro es un héroe en mi país y hay que respetarlo!, mientras su puño férreo se estrellaba en el rostro del americano fracturándole la nariz y el maxilar al Encargado de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos por irrespetar al general.

 Yarini entendió como nadie la personalidad de La Habana en todas sus facetas, la cortejó con sus maneras, La Habana lo amó locamente y en consecuencia dejó un vacío enorme en sus entrañas el día que pereció por no respetar la Ley fundamental de todo gigoló: vivir de las damas y no morir por ellas.


La muerte viene por el Rey

Atacantes apostados en los techos, esperando la orden para desatar un infierno de balas sobre el Rey de San Isidro, mientras el jefe de los chulos franceses le esperaba en medio de la calle.

 La desfachatez y prepotencia de haber conquistado y exhibido frente a los propios ojos del galo a Berthe su más nueva joya y, según cuentan los viejos la mujer más bella que ha caminado por San Isidro, le firmó una sentencia de muerte que solo podría pagarse en sangre.

Como una pelea del antiguo oeste, de un lado Letot revolver en mano con sus compinches en los techos, disparado a quemarropa a un Yarini desprevenido que no llegó a disparar su arma, resguardado por su fiel Pepe Besterrechea quien, de un solo disparo puso una bala entre los ojos del chulo francés que cayó muerto en el polvoriento suelo de un barrio, que consternado aullaba de dolor con la sangre de Yarini.

 Mientras los atacantes escondidos en los techos lograron escapar la policía apresó a Besterrechea antes de que pudiese huir, el estado de Yarini empeoraba por segundos, con dos balas alojadas en su vientre, la fuerza escapaba de su cuerpo mientras la muerte se cernía sobre él, aun así preso en inmensa agonía alcanzó a escribir en un recetario su culpabilidad por el asesinato de Luis Letot, eximiendo así de toda responsabilidad a su adorado Pepe.

 Pepe Besterrechea (izquierda) no estaba vinculado de manera directa con el negocio de la prostitución, pero entabló una entrañable amistad con Alberto Yarini (Foto tomada de la red)


Envuelto en un dolor insoportable el gran rey se entregó a los brazos de su novia final el 22 de noviembre de 1910 a las 10:25 de la noche tras desgarradoras horas de agonía. Su cádaver se trasladó al domicilio familiar, custodiado fuertemente por temor a represalias de los ¨apaches franceses¨.

 La ciudad entera se sumió en luto, las lágrimas de cada prostituta que le conoció bañaron las calles, revueltas sangrientas se desataron para lavar el honor mancillado, las muestras de dolor y sufrimiento plagaban el aire, por un chulo que era amigo de pobres, ricos, negros y blancos sin distinción alguna, quien fue protector benévolo de los que le necesitaron, y quien nunca renegó de su clase social ni abandonó la casa paterna pero no existía en él ni un ápice de discriminación, pagaba de su dinero los alquileres de unas cuantas ancianas retiradas de la prostitución y no tenía ningún escrúpulo en tomarse el más humilde de los tragos en un cuchitril de mala muerte entre los aromas baratos de los portuarios y las prostitutas, por ello todo San Isidro sufría por la perdida de su soberano, al que bautizaron como un ¨hombre a todo¨.

 El cortejo fúnebre de Yarini partió el 24 de noviembre hacia la necrópolis de Colón, seguido por un mar de personas que se reunieron para darle el último adiós al más exquisito regente de las noches, grandes figuras del ámbito político, cultural y social de la Cuba de aquella época, marchando junto con las doncellas y los homosexuales más baratos de uno de los barrios más pobres de La Habana, el prestigioso sociólogo Enrique José Varona encabezó la firma de la esquela mortuoria y la despedida del duelo estuvo a cargo del ilustre Miguel Coyula y contó con la presencia del mismísmo Presidente de la República.

 El féretro fue sacado de la carroza mortuoria a la altura de Carlos III y ubicado en los hombros de sus amigos más íntimos que lo cargaron hasta el cementerio, una vez en el panteón un armónico coro de tambores perturbó el silencio de la necrópolis con el sonido del que se piensa fue el primer nyoró dedicado por una hermandad abakúa a un ¨pagano¨

 La muerte no marcó el fin para Yarini quien renació en leyenda y vive en el corazón de la ciudad que

tan bien supo cortejar, su tumba ha devenido lugar de adoración religiosa, llena siempre de ofrendas traídas por hombres y mujeres hermosas, cubierta de cocos, velas , tabacos, ramos de flores y botellas de ron, muestra irrefutable del gran arraigo cultural del que goza tan importante figura y del cual el historiador del barrio de San Isidro, Lázaro Rafael Baró Medina dijese estar poco impresionado porque Yarini ¨siempre ayudó al prójimo y al más necesitado. La gente venía para que le solucionara sus problemas, y nunca discriminó a nadie. Le daba igual pagarle un plato de comida a un chino que darle trabajo a las muchachas del campo. Él calzaba y vestía a cualquiera¨.  

                                                                                                     



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2 comentarios

otra entrega interesante...

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Extenso, objetivo y desprejuiciado acercamiento a la figura de Yarini, que a su vez tuvo un singular tratamiento en la película Los Dioses Rotos de Daranas en 2008.
Otros chulos cubanos de renombre fueron Arturo Rente ; Jorge Trino y Marcial Cárdenas, sin tener ninguno el carisma y personalidad de Yarini.

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