miércoles, 14 de abril de 2021

El mar y ,todo lo que le es relativo, constituye un tema embriagante y cautivador como la mismísima brisa que desprenden sus olas al besar la arena con sus labios espumosos. Hechicero añil, longevo y misterioso, conoce de tesoros y tragedias por igual, incontables son las almas que han perecido en sus fauces, hundiéndose en las profundidades de la muerte cerúlea. 
 Un 7 de septiembre de 1934, 137 personas se sumarían a los perecidos en los azules dominios de Neptuno, protagonistas de una tragedia estremecedora que marcaría la historia naval: ¨El desastre del  SS Morro Castle¨

  

El Morro Castle fue un transatlántico perteneciente a la compañía Ward Line, bautizado en honor a la fortaleza española que protegía el puerto de la capital cubana ( El Castillo del Morro) y destinado a realizar viajes entre Nueva York y La Habana. Rápidamente alcanzó la popularidad, debido a su velocidad punta de 20 nudos, su política de billetes asequibles y el atrayente detalle de que , estando en alta mar, podía servir bebidas alcohólicas, prohibidas en tierra por la notoria Ley Seca vigente en la época. 

 Pero en septiembre de 1934, solo cuatro años después de su primer viaje, emprendería su última travesía, ignorante del siniestro hacia el que navegaba, llevando a 137 personas a su muerte. Levó anclas en el festivo puerto de La Habana, el 5 de septiembre y solo dos días después, como un mal augurio que presagiaba la tragedia su Capitán Robert Willmott  falleció de un paro cardíaco luego de cenar y retirarse a su camarote, solo unas horas después, en la madrugada del día 8, mientras todos los pasajeros dormían apaciblemente se desató un incendio en un armario de almacenamiento de la Sala de Escritura, que se extendió incontrolablemente, propagándose por la mitad delantera de la nave y envolviéndola en llamas en tan solo 30 minutos,  dejando al buque en la total oscuridad e incapaz de comunicarse, solo una llamada de auxilio pudo ser emitida antes de que las llamas devoraran el sistema eléctrico dejando la radio fuera de servicio. 

 Los pasajeros, despertaron abruptamente de su sueño a un infierno viviente, lucharon por salir de sus camarotes, algunos fueron incapaces de hacerlo y quedaron atrapados por el fuego, los que consiguieron llegar a cubierta apenas podían caminar por las ardientes planchas de acero, acosados por el espeso humo se vieron obligados a refugiarse en la popa. 

 Las llamas se propagaban implacables con enorme rapidez, algunos pasajeros, ante la innegable
posibilidad de morir quemados o asfixiados se lanzaron al mar sumidos en la desesperación, sin embargo el océano, azotado por fuertes vientos se agitaba, alzándose en grandes olas que hacían imposible el nado, un temporal caprichoso arremetía contra el Morro Castle zarandeándolo a su antojo en mar agresivo.
 
El notable nadador cubano Frank De Beche cedió, en un acto de caballerosidad, su salvavidas a una señorita a bordo, confiado de sus habilidades y pereció, sepultado bajo las indomables marejadas. Mientras en las cubiertas del barco en llamas algunos miembros de la tripulación derrochaban valentía combatiendo el abrasador incendio o arrojando sillas y salvavidas por la borda, para ayudar a los pasajeros en el agua a flotar.

 La desesperación y el miedo se apoderaron completamente de aquellas horas, convirtiendo al Morro Castle en una antorcha flotante en un mar enfurecido,  solo la mitad de los botes salvavidas pudieron bajarse al agua y  partieron buscando la costa a medio llenar.
 Sin embargo la esperanza se abrió paso poco a poco, la llamada de socorro había sido recibida por varios barcos, que luchando arduamente con la fieras olas llegaron al rescate de l
os infortunados pasajeros y tripulantes del lujoso buque. Las playas de New Jersey se llenaron con puestos de ayuda para los angustiados náufragos mientras el buque a la deriva seguía ardiendo,
el incendió duró un par de jornadas y el barco quedó varado, en la playa de Asbury Park, donde permaneció seis meses a la espera de ser remolcado para desguace y tristemente atrajo a más de medio millón de mirones que pagaron por ver sus restos fatídicos y mientras era remolcado, el 14 de marzo de 1935,el SS Morro Castle se hundió descendiendo a su tumba marítima.

 El recuento de muertes ascendió a 137 personas y la investigación posterior fue estremecedora, criticando el desempeño del primer oficial, quien falló en su papel de sustituir al fallecido capitán  y no salió del puente para comprobar el estado del fuego en ningún momento, calificando de pésimo el desarrollo de las labores antiincendios a bordo, el proceso de evacuación de pasajeros y su auxilio en el agua.

 Aun así nunca se pudo determinar de forma concreta la causa del incendio, aunque hubo varias hipótesis: cortocircuito, combustión de mantas, sobrecalentamiento de una chimenea o sabotaje. independientemente de la causa, el desastre del Morro Castle demostró la deficiencia de la seguridad contra incendios en los buques de la época y marcó el camino para la introducción de nuevas medidas de seguridad en la normativa naval, haciendo obligatorio el uso de materiales ignífugos, la instalación de alarmas y puertas cortafuegos, la presencia de generadores de emergencia y el entrenamiento obligatorio de la tripulación en los procesos de extinción de incendios.






1 comentarios:

Excelente narración que nos recuerda una de las muchas tragedias que lamentablemente han tenido al puerto de La Habana como referencia en algún sentido desde los tiempos de la Flota hasta nuestros días.
Gracias Snow por tan interesantes relatos.

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