martes, 15 de junio de 2021

  Hace alrededor de 30 años, cerca de la cima del volcán Luullaillaco, en Argentina, el descubrimiento de los restos de tres niños conmovió a la comunidad científica y al  mundo en general. El hallazgo constituyó un fascinante misterio debido al nivel de conservación de los infantes y la macabra historia que podría explicar el destino sufrido por los tres pequeños. 

 En 1990 un explorador de la Nathional Geographic Society llamado Johan Reinhard junto a su colega Cosntanza Ceruti comandaban una expedición por el área cuando descubrieron, para su sorpresa, los cuerpos de los tres niños en la cima del volcán Luullallaco. Estudios luego realizados revelaron que los infantes era de origen inca y de acuerdo con la tradición de esta tribu fueron ofrendados a la montaña como parte de un ritual sagrado efectuado quinientos años atrás, conocido como "capacocha".

"La Doncella"
  Para los incas en la "capacocha" los niños no fallecían, se sumergían en un tránsito para encontrarse con los ancestros y convertirse en dioses protectores de su comunidad. La ceremonia comenzaba con una extensa procesión que partía desde Cuzco hasta la montaña donde sepultaban los cuerpos, a 6739 metros de altura, con el objetivo de entregarlos a los dioses.

 Cada niño fue encontrado en una pequeña tumba individual, enterrados a unos 1.80 metros de profundidad y rodeados por objetos que constituirían su "ajuar" en el tránsito hacia los dioses .


 La mayor de los tres es "La Doncella", una adolescente de aproximadamente 15 años, se halló ataviada con un vestido marrón y varios adornos de hueso y metal, peinada con hermosas trenzas y un sublime tocado de plumas, sentada, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados sobre el vientre. Se piensa que la joven muchacha pudo ser una de las "vírgenes del sol", escogida para ser sacrificada a los dioses incas. 

 El segundo se bautizó como " El niño", un infante de alrededor de siete años, vestido de color rojo, con

"El niño"
una vincha sobre la frente y un adorno de plumas, los tejidos de su indumentaria eran de altísima perfección y fue  encontrado de rodillas sobre una túnica gris.

 La última fue llamada "La niña del Rayo", tenía seis años, su nombre se debe a que en algún momento luego de su entierro un rayo impactó sobre su tumba quemando parte de sus rostro y su hombro, fue descubierta de sentada con las piernas flexionadas y las manos semiabiertas, cubierta con una manta de lana y usando un vestido marrón.

Los ajuares que los acompañaban varían en función a su género, las niñas llevaban platos y jarros de cerámica, bolsas y  objetos de costura, mientras que el niño llevaba pequeñas estatuillas de plata y oro.

 Gracias a exhaustivos estudios se pudo conocer que los pequeños ingirieron grandes cantidades de alcohol y coca en los meses previos a su muerte, probablemente para inducir un estado de conciencia alterado que se asociaba con experiencias sagradas y a la vez para actuar como sedante una vez que los niños estuviesen próximos a enfrentar su fatídico destino en la altísima montaña.

 

"La niña del rayo"

Aunque han transcurrido más de 30 años desde su descubrimiento los infantes todavía conservan pistas que servirían a los científicos para descifrar nuevos detalles sobre esta anciana civilización y aún en nuestro días el hallazgo sigue provocando asombro por el excepcional estado de conservación de los cadáveres debido a la momificación natural causada por el clima de la montaña y la presencia de la ceniza volcánica, que convirtieron a los niños en pequeños mensajeros del  pasado.


2 comentarios

Han sido muchos los pueblos antiguos que realizaban sacrificios humanos. Entre los campeones de ese macabro ritual están los aztecas.
Aparentemente a estas alturas , el ser humano ha logrado superar semejante costumbre por motivos religiosos, aunque sigan pereciendo personas por causas políticas en atentados terroristas y como daños colaterales en operaciones de guerra.

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