miércoles, 21 de julio de 2021

   En el tema de capturar la propia imagen debemos mencionar también una de las obras pictóricas más detallista e impresionantes, el autorretrato de Durero, una de las obras más destacadas de la época renacentista, que aún asombra por la técnica e intriga por la indeterminada intención del autor, que envuelta en rumores y especulaciones nos deja aún en la incertidumbre eterna.   

 Alberto Durero es uno de los artistas más notorios del Renacimiento alemán, tanto que su influencia se derramó copiosamente en la mayoría del los artistas del siglo XVI, alemanes o no. Sus trabajos y escritos teóricos sobre arte le valieron la fama y el reconocimiento mundial, inspirando la grandiosa admiración de maestros italianos como Rafael Sanzio. Sus famosísimos grabados inspiraron a generaciones de artistas que le sucedieron , como los nazarenos del siglo XIX y los expresionistas alemanes de principios del siglo XX. 


 Su autorretrato más notorio descansa plácidamente en el Museo de Prado de Madrid. Fue realizado en el lejano 1500, cuando el artista contaba solamente con 28 años, dato que cuidadosamente incluyó el maestro en la esquina superior derecha de su obra, para dejar constancia inequívoca de ello.

 Sin embargo en la pintura apreciamos un hombre que refleja una edad mucho mayor de la expresada, un Durero que enfrenta al espectador totalmente de frente, con una expresión seria y calmada. Quien no supiese que se trata de un autorretrato o no conociese el rostro del artista, podría fácilmente afirmar que esta en presencia de un retrato de Cristo, con sus característicos cabellos enmarcando la faz serena.

 Sin embargo no es el mesías quien nos hace objeto de su mirada profunda, es Durero con sus ojos verdes, a los que infundió vida con su talentoso, casi mágico, pincel y con el aura noble y sincera que logró traspasar al lienzo.

 Todo es magia en esta obra, el fondo negro evoca quietud y solemnidad a la par que resalta las facciones perfectas del joven Durero, rodeadas por sus cabellos dorados, en los cuales el nivel de detalle infundido es enajenadoramente sorprendente. 

 Una aterciopelada bata café lo viste y evidencia una vez más el cuidadoso detalle que cultivó el pintor, la rasgadura en su manga derecha, el desgaste de toda la tela es casi palpable. Su mano acaricia la bata y toca su pecho mientras un rayo de luz tenue ilumina la escena, que nuevamente con este gesto evoca a Jesucristo.

 A la par que la innegable genialidad de la obra, el misterio permanece inefable y perdurará por la eternidad,; ¿ la representación de este autorretrato que innegablemente recuerda a un Cristo que emerge de las tinieblas es un símbolo de la identificación del autor con la figura religiosa?, ¿o es acaso un monumento ególatra a su propia gloria y genialidad?

 

  

 

1 comentarios:

Interesante enfoque sobre el cuadro en cuestión , y es que el periodo renacentista sigue siendo una fuente inagotable de datos de interés en el arte , se encuentra de todo en muchas obras para admirarlas por las innovaciones técnicas de las obras y las claves que acompañan a muchas , propias de un thriller moderno.

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