En el convulso siglo XVII la localidad villaclareñade San Juan de los Remedios se vio asediada por legiones demoníacas, lideradas por el mismísimo Lucifer.                                                   Los demonios, supuestamente atrincherados en el cuerpo de una negra esclava fueron identificados por el Párroco José Gonzales Cruz, quien abogaba fervientemente por el traslado de la comunidad a tierras de su pertenencia, realizó entonces el cura un exorcismo en la esclava confirmando la presencia demoníaca en sus entrañas y levantando como constancia un acta notarial, que hizo firmar a las personalidades de mayor autoridad del pueblo.

La posición del cura respecto al traslado de la Villa obtuvo más fuerza debido a dichas presencias oscuras y se decide el cambio del asentamiento, sin embargo, los demonios no fueron suficientes para instaurar el miedo en el corazón de un número considerable de pobladores de la villa, a quienes ni los ataques de los piratas, ni las bondades atribuidas por el cura a las nuevas tierras les resultaban motivo suficiente para abandonar sus hogares.

Finalmente el Párroco y sus seguidores ponen en marcha el plan de traslado, sin haberlo consultado siquiera con las autoridades españolas o el Gobernador de la Isla, quienes luego de una primera oposición terminan otorgando, sin explicación alguna el visto bueno a los proyectos del cura, aprobando así el traslado de Remedios, hacia la que sería nombrada "Villa de Santa Clara".

 La aprobación del gobierno español, lejos de calmar la situación, solo recrudeció las rencillas y exaltó los ya caldeados ánimos, al fin solo la tercera parte de los habitantes de la villa decidieron trasladarse al punto designado para el comienzo del nuevo asentamiento, dividiendo así a los remedianos en dos bandos. Tal vez a causa de la influencia de Lucifer o del propio párroco, se desató una cruzada oscurantista que trajo violencia, muerte y destrucción al asentamiento.

 Los valerosos vecinos de Remedios se alzaron


solemnes en defensa de su terruño, ignorando al Cabildo de Santa Clara, manifestando su desobediencia civil negándose a pagar la contribución o suministrar el ganado que se les había asignado, ignoraban los requerimientos y permanecían viviendo en sus casas y labrando sus tierras. Los líderes de la recién fundada villa obtuvieron una orden del mismísimo Capitán General de Cuba , que ordenaba a los vecinos y autoridades de San Juan de los Remedios trasladarse al nuevo asentamiento, como es de suponer los funcionarios locales y residentes de la comunidad desobedecieron la orden emitida, alzándose en total rebeldía .

 Poco tiempo después llegaban a Remedios el alférez mayor Gaspar Pérez Arciniega y el capitán Luis Pérez de Morales para hacer cumplir, mediante la fuerza la orden del Capitàn General.

Fijaron en la Iglesia y demàs lugares pùblicos un bando que informaba a los vecinos el plazo irrevocable de 15 días para trasladarse a la recién fundada Santa Clara, con la firme advertencia de que la desobediencia sería ferozmente castigada.                                                                                                                 Al amanecer del día que marcaba el fin del plazo otorgado, se presentó Pérez Morales seguido por cuarenta hombres bien armados, detuvieronse en la iglesia, los soldados comulgaron uno por uno, el pàrroco bendijo los mosquetes y las hachas mientras se preparaban las antorchas, al mediodíaRemedios no era más que una antorcha gigantesca, las llamas hambrientas devoran todo a su paso ferozmemte ante los ojos perplejos e impotentes de los vecinos, en medio del terror y la desesperación la voz de Jacinto de Rojas se alza, increpando a los indolentes incendiarios y llamando a los valerosos remedianos, que prefirieron contemplar como el fuego reducía a cenizas sus hogares antes que abandonar su viejo y amado terruño, a un juramento que predecía el  renacimiento de Remedios, como fénix legendario y la restauración de su ayuntamiento. 

Al llegar la noche uno a uno emergen de las sombras cercanas a las ruinas, el aire huele a quemado, no hay rastro de los demonios bíblicos, solo quedan  Inertes ante las ruinas y los vecinos vejados, los rostros humanos de Pérez Morales y sus hombres, quienes les prohíben terminantemente reconstruir sus casas y cultivar sus tierras. 

La promesa de Rojas fue cumplida y el final de esta sangrienta historia de demonios humanos fue la reconstrucción de Remedios por sus incansables habitantes en el mismo sitio y la fundación de la ciudad de Santa Clara por quienes ,quizás por temor a los ataques de piratas o a los demonios decidieron seguir al pàrroco.