Nada es nunca tan malo que no pueda empeorar, todo funcionará hasta que trates de demostrar que funciona, si enciendes un cigarrillo enseguida llegará el autobús, quienes viven cerca siempre llegan tarde y los dolores de muela, siempre....siempre empiezan los sábados; seguramente en más de una ocasión estos enunciados han probado ser una verdad absoluta mientras esperamos impacientes en una parada de autobús o cuando el sabor agridulce del dolor inunda nuestra boca en un sábado por la noche, 
estos constituyen algunos de los enunciados representativos de la Ley de Murphy.

 Aunque su nombre parezca muy formal, no se trata realmente de una ley científica, ni de un teorema demostrable, aunque esta inspirada en el concepto científico de la entropía, que describe el grado de desorden al que tienden inevitablemente todos los sistemas, dada la cantidad suficiente de tiempo, la Ley de Murphy es un planteamiento aplicable a todo tipo de situaciones, como una ley empírica sobre la resignación ante el devenir negativo de los acontecimientos futuros, sin embargo resulta muy útil para forzar a individuos y sociedades a tomar todas las precauciones necesarias y prevenir los acontecimientos más fatídicos. 

  Su autoría se atribuye a un ingeniero estadounidense; Edward Murphy Jr. , quien trabajaba

para la fuerza aérea de la nación, según la historia se recogen dos versiones del surgimiento del adagio, en una de ellas se narra que ante un error inesperado de su asistente al cablear un arnés para medir la desaceleración durante las pruebas realizadas con la fuerza G, Murphy reaccionó molesto, refiriéndose al asistente con las palabras:¨ si tiene una forma de cometer un error, lo hará¨.

Otra versión afirma que el propio ingeniero inventó la frase, enunciándola de la siguiente forma: ¨Si hay más de una forma de hacer el trabajo y alguna de ellas conduce al desastre, alguien lo hará de esa manera.¨

 La frase salió por primera vez de su contexto original en labios del Capitán Stapp, a quien durante una conferencia de prensa se le preguntó por qué nadie había salido con heridas de importancia durante las pruebas, a lo que contestó exponiendo que tomaron en cuenta la Ley de Murphy y enunció dicho adagio, explicando que fue de gran utilidad para considerar todas las posibilidades antes de hacer cualquier prueba, más tarde la Ley apareció en libros de diversos escritores, popularizándose así mundialmente. 

 Varias aplicaciones y ejemplos de su uso fueron emergiendo poco a poco en los ámbitos más diversos, desde culturas técnicas relacionadas con la ingeniería aeroespacial o la computación, hasta el ingenio popular, donde se ejemplifica en situaciones cotidianas tan frecuentes como:

  •  La tostada siempre cae del lado de la mantequilla.
  •  Los calcetines entran siempre en pares en la lavadora y salen de uno en uno
  •  La otra fila siempre avanza más rápido que la de uno.
  • Las cosas perdidas están siempre en el último sitio en que miras. 


 Sin importar la composición exacta del enunciado o el origen de la frase la Ley de Murphy lleva en su espíritu un diseño defensivo, más que pesimista, es el recordatorio omnipresente de prever lo peor para lograr lo mejor, una suerte de homóloga del cubanísimo dicho ¨precaver es mejor que lamentar¨, ambos llamamientos a tomar precauciones y proceder con cautela para reducir las posibilidades de tragedias tanto en tareas tan complicadas como pruebas científicas, o en la sencillez hogareña de preparar nuestro desayuno evitando la desgracia al máximo posible.