viernes, 20 de noviembre de 2020

Dibujándose tras la cortina de humo de un  cigarrillo, rasgo a rasgo lentamente tomando forma mientras el humo se desvanecía en el aire frio y la luna regia vomitaba luz sobre las ancianas calles, como  al recorrer lentamente el cuerpo de una bella mujer desde sus tobillos y subiendo lentamente por toda su figura, mi estómago fue nido para miles de mariposas mientras mis ojos  indefensos ante tal magnificencia recorrían sus férreos cimientos ,su falda de hierro  y su esbelta, figura ícono y guardiana de Paris por 133 años y tan bella como el primer día.

De las horas siguientes solo recuerdo estar sumido en una especie de trance ¨divino¨, mi pluma incansable cobro vida retratando con absoluta devoción la perfección  de hierro en contraste a la sombras de la madrugada y los reflejos de plata que la abrigaban, los primeros rayos del sol bañaron la dama de París y me sorprendieron tendido en el colchón silvestre del jardín idílico de los Champ De Mars.

Los días en Paris dieron un nuevo significado al tiempo, extendiendo su duración y  restando horas al sueño que palidece de importancia ante la indescriptible Ciudad de la Luz.

Los vitrales translucidos, ángeles de mármol y frescos centenarios de la exquisita Basílica del Sagrado Corazón extasiaron mi espíritu con su ecléctica belleza, Montmartre en sí se develó ante mí como el hogar reencontrado después de mucho tiempo, la historia emanando de cada ápice de tierra, el espíritu tangible de Picasso, Van Gogh, Matisse, el ingenio y la maestría en el aire ,los artistas callejeros inundando el espacio con sus obras reescribieron mi significado de perfección completamente.

En la noche estrellada el  resplandor carmín de cálidas y eróticas luces me embrujó llevándome al interior del icónico e incomparable Molino Rojo lleno de faldas danzantes y provocantes piernas femeninas que evocan el lado más sensual al sonido del envolvente  y energético can can, impregnando el corazón de felicidad contagiosa y ganándose un indiscutible puesto en el estante donde atesoro los recuerdos más placenteros de mi existencia.

Los días siguientes fueron un cumulo de emociones desbordantes, la libertad infinita de  recorrer los vastos jardines de Versalles imaginando la corte  parisina reunida grácilmente alrededor del Estanque de Apolo en los días de verano, la satisfacción indescriptible de apreciar los matices  adoptados por la luz  al pasar a través de los extraordinarios vitrales de la Sainte Chapelle ,el regocijo incomparable de nutrir el alma con las colecciones deslumbrantes contenidas en el Museo del Louvre mirando a los elusivos ojos de la Gran Gioconda  o el simple vagar por la ciudad arrullada por el  Sena apreciando sus  longevos puentes , sus coloridos y acogedores bistrós  o sus edificios abuhardillados  es fusionarse con una lección de historia viviente ,es encontrar tu identidad y corazón en una ciudad que rinde homenaje perenne al virtuosismo y la genialidad pues es sinónimo inequívoco de Arte .

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