viernes, 7 de mayo de 2021

 

Tal pareciera en muchas ocasiones que la sombra de la muerte aflige a tantos grandes de las artes en el transcurso de su vida, siguiéndolos a través de su existencia y llevándolos inevitablemente a terminar sus propias vidas como precio a pagar para terminar el tormento en que se ven envueltos en una vida donde la riqueza, la fama y el talento se regodean del brazo inseparable de la depresión, el miedo y los traumas recurrentes de una niñez fatídica, o una adolescencia problemática que dio forma a sus dones y vida trastornada en ciertas áreas que desembocan en el suicidio irremediablemente.

 Una generación entera de músicos que cambiaron para siempre la historia de la música vivieron una existencia marcada por la dualidad del talento nutrido por la tragedia y la depresión en las propias palabras del inigualable Kurt Cobain se refleja tal tormentosa relación:

…" thank you for the tragedy I need it for my art."

 En el pasado post hacía referencia a la figura de Hemingway y su estrecha relación con Cuba, el autor del "Viejo y el mar" fue uno de los grandes escritores del siglo XX y en vida reflejó cualidades que no mostraban realmente su interior turbulento, pero Hemingway, quien muchos nunca concibieron consideraría quitarse su propia vida terminó tragándose una bala el 2 de julio de 1961.

“Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico”.


 Expresaba Gabriel García Márquez días después de la muerte del notorio escritor. Su suicidio era una gran contradicción, la personalidad del hombre que se convirtió en mito, más allá de la literatura, un hombre que se enzarzaba en estruendosas peleas de bares, sobrevivía a las balas del franquismo y al desembarco de Normandía y pescaba solo Marlins de proporciones gigantescas, no se dibujaba capaz de siquiera considerar la salida de la vida a través de las puertas del suicidio.

   Pero si nos adentramos más en su figura podremos comenzar a ver las grietas en la coraza del hombre de hierro, testimonios de sus enfermedades mentales, sus miedos profundos y sus traumas infantiles que resultaron en el trágico desenlace final de su vida.

  Según estudios psicológicos realizados a su figura luego de su muerte a través de su correspondencia personal y varias biografías, las causas de su suicidio residían parcialmente en sus traumas infantiles, que lo llevaron a vivir desenfrenadamente y construir una imagen de rudeza y extrema masculinidad.

  Criado por una madre  que intentaba confundir su identidad, vistiéndolo como mujer, tratándolo como mujer, incluso refiriéndose a él como “Dutch Dolly” ( muñequita holandesa) y un padre  altamente inestable, quien sufría de profundos ataques de depresión, irritable en extremo  y que solía golpearlo en repetidas ocasiones, así creció el pequeño Hemingway acumulando  resentimiento y dolor hacia un padre que le agredía y una madre que trataba de convertirlo en algo que no era.

 Heredero por excelencia de las enfermedades mentales de su familia, entre las que se encontraban el

trastorno bipolar, las tendencias depresivas y el suicido acontecido frecuentemente por los integrantes de esta, la mayoría previamente a su nacimiento , excepto el de su padre, quien se quitó la vida disparándose en la cabeza cuando el autor tenía 29 años, tales males de algún modo lo llevaron a desarrollar una dependencia por el alcohol y sumados a  traumas cerebrales acontecidos por varios golpes sufridos a lo largo de su existencia  forjaron su condición.

 Sus biógrafos y amigos personales describen sus estados de ánimo como extremadamente cambiantes , podía pasar en una fracción de segundo de la ruidosa alegría a la melancolía más profunda  y presentaba explosivos arranques de irritabilidad, sus traumas craneoencefálicos, el abuso del alcohol, el sentimiento de culpa por la muerte de su padre, y el odio visceral hacia su madre fueron construyendo un laberinto en el interior del escritor, convirtiendo la idea de la muerte y el suicidio como liberación en un pensamiento recurrente en su mente.

 En 1923 escribe en una carta a Gertrude Stein: “ Por primera vez entiendo cómo un hombre puede cometer suicidio, solo por tener tantas cosas con las que debe cumplir que no sabe por dónde empezar”

En 1954 en correspondencia a Ava Gardner escribe:” Aunque no soy creyente de los análisis creo que gasto todo este infierno de tiempo matando animales y pescando marlins para de ese modo no matarme a mi mismo”

 Su búsqueda constante de aventuras y animales que cazar o pescar constituyeron sin duda mecanismos   de autodefensa, y por supuesto su salvadora por excelencia de las garras del dolor y los  impulsos suicidas, fue, sin duda alguna, la escritura. Su uso como defensa fue sugerido incluso por él mismo en respuesta a un artículo  en el que Scott Fitzgerald hablaba de su depresión, Hemingway exponía que Fitzgerald debía darse cuenta de que “ el trabajo honesto era lo único que lo salvaría, trabajo honesto con ficción honesta”.

 El viejo y el mar” fue la culminación de los intentos del atormentado escritor por salvarse con la literatura,  convirtiendo esta obra en la imagen de lo que él quiso hacer con su vida: enfrentarse a la vida, a ese pez fuerte, atraparlo, luchar con él sabiendo que debe asesinarlo aunque es su hermano, y fue lo que hizo  hasta que el fin se abalanzó sobre él como un mar enojado y ya no pudo escribir más, su cuerpo y cerebro cedieron ante la enfermedad.

  Despertó el dos de julio de 1961 ahogándose en el infierno de la depresión, la paranoia, la culpa, mirando con dolor  a los ojos de la fría realidad que le susurraba que ya nunca volvería a escribir. Su mente le traicionaba, extraviando las palabras, con el delirio de persecución acechándole en cada rincón, en el rostro de cada persona y las drogas que le dieron los médicos, que no hacían más que agravar su depresión tan profunda como el mar, puso sus pies en el suelo, se vistió con lo que le gustaba llamar, “ la bata del emperador”, descendió calladamente por las escaleras, hasta el cuarto donde le esperan sus armas, cada una mirándolo silentes desde su sitio, portadoras de un trozo de su historia,  escogió la Boss calibre 12 de doble cañón, regresó silencioso por las escaleras, y se sentó en la sala de su casa, con un movimiento trivial pero irrevocable presionó el gatillo, haciendo sonar el disparo que retumbó en el mundo entero, convirtiendo en un epitafio materializado aquella sentencia de su último gran libro:

 “El hombre no está hecho para la derrota- se dijo el viejo pescador en medio de la lucha- El hombre puede ser destruido pero no derrotado.”


2 comentarios

Que bueno , más sobre Hemingway y no es que admire mucho de su vida y actitudes , pero si que es un personaje importante , que vivió y escribió su obra en un tiempo de grandes acontecimientos y que hoy en día ya no se conoce ni habla tanto.

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La ultima foto es impactante, se ve que era un hombre bastante fuerte, quizas algo terco. Ya venia planeando cuidadosamente su final

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