El cielo fracturado
Cómo los egipcios, también son ricos en leyendas y mitología milenaria los hijos de la nación de Japón. Dicha mitología es una de las más seductoras y misteriosas del mundo y sus historias derivadas del budismo y el sintoísmo magistralmente adornan los cabellos de la humanidad como un broche dorado engalanando su blanca melena.Una de las leyendas más populares sobre el origen de los astros celestes y su separación en el cielo nace precisamente en esta ancestral y poderosa mitología.
De acuerdo a la historia de la creación japonesa del universo el Sol (Amaterasu), la Luna (Tsukuyomi) y las tormentas (Sussano) emergieron del rostro de un Dios, que a su regreso del inframundo intentaba purificar su espíritu a las orillas de un río.
Por siglos nos acostumbramos a ver el luminoso y ardiente dominio de Amaterasu seguido las sombras estrelladas y envolventes de Tsukuyomi, pero según la tradición nipona hubo un tiempo en que los hermanos compartían a apaciblemente el cielo.
Cuentan que la Diosa del Sol ocupaba todo el firmamento y que su hermano Tsukuyomi subía siempre a verla a través de la escalera celestial hasta que un día se quedó a vivir con ella.
Envía entonces la Diosa Dorada a su hermano a
presentar sus respetos a la diosa creadora de la flora la fauna y los alimentos (Uke Mochi).Regocijada con la visita Uke Mochi decretó una fiesta en honor al Dios de la Luna y en pleno banquete empezó a expulsar platillos exquisitos de su nariz y su boca. Lejos de sentirse halagado el dueño de la noche experimentó tal repulsión que la asesinó en el acto.Al enterarse del asesinato Amateratsu consternada y enardecida juró, llena de dolor, nunca más ver a su hermano y Tsukuyomi tuvo que regresar a su morada nocturna, condenado a perseguir por siempre al sol.Desde entonces alternan su presencia en el cielo sin encontrarse.
1 comentarios:
Interesante articulo de lo que para mi resulta algo casi desconocido
REPLYGracias Snow por traer tan singular tema