martes, 25 de enero de 2022

   Mucho se ha discutido sobre el poder creador del hombre, tan asombroso y deslumbrante. Mucho más aún sobre nuestra capacidad para destruir, que se ha puesto de manifiesto incontables veces, dejando la negra marca del dolor en la piel de muchos.  


 Los indios americanos eran excelentes cazadores, en extremo vinculados con la naturaleza, a la que respetaban y cuidaban con amor, como a una madre. Su espíritu guerrero se alzaba en alaridos al viento, y sin embargo, entre todas las tribus de lenguajes y costumbres diferentes existía una gran unidad, que se manifestaba en un encuentro llamado Pow- wow. 

 Cuando lo españoles llegaron a América forzaron sus costumbres en los nobles indios, sometiéndolos a siglos  de guerras y masacres. Fueron sacados de sus tierras, encadenados con tratados políticos unilaterales. Calificados de salvajes y azotados por el verdadero salvajismo del hombre "desarrollado".

 Para finales del siglo XIX las comunidades tribales de 48 estados habían sido reducidas a cenizas, mascarados y casi extintos por las fuerzas norteamericanas, que continuaron la masacre, pero el horror no acababa aquí. Se estima que alrededor de 150 000 menores fueron arrancados de los brazos de sus  madres, apartados de sus tribus para ser "civilizados" en escuelas de "integración". 

 La discriminación y el odio reinaba en estas escuelas, donde el miedo era el único compañero de los niños indígenas que arrastraron hasta allí. Abusos sexuales, enfermedades, trabajos forzados, privación de alimento y abrigo, eran las circunstancias diarias de aquellos pequeños.  Se calcula que de 1870 a 1960 perecieron en estas instituciones alrededor de 40 000 menores, incluyendo niños muy pequeños que fueron arrebatados de sus hogares. 

 El empeño en llevar a los niños nativos a estas terroríficas escuelas fue enorme y atroz. En 1900 había 20 000 niños prisioneros en ellas, para 1925 la cifra había ascendido a más de 60 000 , que para aquel entonces, representaban el 83% de la población indígena americana. La extinción era inminente, las pocas familias restantes emprendieron una férrea resistencia contra el secuestro de sus hijos, y por ello, llegaron a ser encarcelados, incluso en documentos de la década de 1930, el propio Gobierno Federal expresa su sorpresa ante la supervivencia de los nativos americanos. 

Calificados como "pieles rojas", en un intento por deshumanizarlos, para que no pesara en la 

conciencia "religiosa" de los verdugos aquellas masacres y horrores.  Se les negó la ciudadanía americana, por lo que carecían legalmente de los mismos derechos, no fue hasta el 2 de julio de 1924 que se les concedió como recompensa por su servicio durante la Primera Guerra Mundial. 

 En 1787 el gobierno firmó un tratado con las tribus que quedaban, considerándolas naciones e intercambiando tierra por protección, paz y amistad. El mismísimo Thomas Jefferson escribió en el tratado: " En sus derechos de propiedad y libertad, nunca serán invadidos ni molestados". Sin embargo en 1790 se desató un cruento enfrentamiento entre los Creek, Cherokee y Chickasaw y los colonos respaldados por un gobierno que empleaba el ejército para incursionar en sus tierras. 

 En 1829, con Andrew Jackson como presidente, se encontró oro en territorio Cherokee. Este descubrimiento desembocó en la expulsión de los indios en 1830.  Siete mil soldados invadieron el territorio indígena y expulsaron a los nativos. En el viaje de relocalización murieron 4000 cherokees, alrededor de una cuarta parte de la población total. Entre los indígenas este episodio es conocido como el "sendero de las lágrimas".  Lo mismo sucedió con los Navajo, Potawatomi, Seminole, Muscogee y Choctaw, que acabaron hacinados en reservas, dependientes de la caridad del Gobierno, diezmados por el hambre y la desnutrición. 

 Hoy en día el gobierno americano reconoce a 565 tribus de nativos, existen 2.5 millones de indígenas, de los cuales alrededor de un millón vive en reservas, a ninguna de estas tribus se les ha concedido derechos sobre las tierras de sus antepasados y muchos de los libros de historia pasan por alto el genocidio al que fueron sometidos.

 Los  colonos europeos mataron a 56 millones de indígenas. Los estadounidenses continuaron con el horror. De acuerdo con David E. Stannard, historiador de la Universidad de Hawai, para finales del siglo XIX los nativos americanos habían sufrido " el peor holocausto humano que el mundo haya presenciado, una campaña que duró cuatro siglos y que consumió las vidas de decenas de millones de personas ". 

 




1 comentarios:

Triste historia que en nombre de la civilización y otros pretextos se ha repetido una y otra vez con mayor o menor número de victimas y similar desprecio por la vida humana.
La amenaza pende todavía en distintos puntos de la geografía de nuestro planeta.

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