Las consecuencias de la guerra, dolorosas y devastadoras, dejaron grandes cicatrices en el mundo en general. Una de ellas fue la pérdida masiva de jóvenes en los campos de batalla. Crenado así la necesidad en los hombres de mantener la juventud física y mental. Así surgieron numerosas teorías, orientadas a arrojar luz sobre las causas del envejecimiento y formas de ralentizarlo. Varios galenos, creyeron hallar la causa en los testículos y cada uno de ellos, apostó por una novedosa técnica rejuvenecedora de su propia invención.  Entre ellos un nombre resaltó enormemente: Serge- Samuel Voronoff. 

  Voronoff llegó a Francia a finales del siglo XIX, para estudiar medicina. Poco después comenzó a trabajar con el Dr. Brown- Séquar y se mudo a El Cairo, donde trabajó más de una década, y de donde regreso convencido de que la calvicie, obesidad, envejecimiento prematuro y problemas padecidos generalmente por los eunucos no eran síntomas aislados ni casuales, por el contrario eran consecuencias de sus carencias entonces, indiscutiblemente la juventud tendría que hallarse en los testículos. 

 Otros doctores llegaron a conclusiones similares. Brown- Séquard planteó la posibilidad de inyectar semen en el flujo sanguíneo, experimentó con cobayas y terminó inyectándose un jugo a base de testículo y sangre de los vasos espermáticos y no pocos le imitaron. 

 El doctor Steinech, por si parte pensaba que podría devolver el vigor a los hombres reconduciendo el esperma hacia el flujo sanguíneo y muchos hombres afamados pasaron por sus manos anhelando la eternidad, entre ellos el premio Nobel de literatura William Butler Yeats y el célebre Sigmund Freud. Sin embargo el trabajo de Voronoff fue un poco más allá en su afán de lograr devolver la juventud y el ímpetu varonil. 

 


Tras varios años estudiando las glándulas, empezó a hacer injertos entre animales de la misma especie y de distintas edades para demostrar que con ello frenaba el envejecimiento. Cuando pasó finalmente a los humanos, comenzó implantando tejido de testículos de criminales ejecutados en millonarios. Pero a pesar de lo alocado que suena el procedimiento y el alto precio de la operación, la demanda aumentó tanto que se vio obligado a recurrir a quienes consideraba los mejores donantes para los humanos: los monos. 

  En 1920 realizó con éxito en primer xenotrasplante de mono a humano, y aunque la operación permaneció igual de costosa en tan solo una década unos mil hombres le prestaron sus testículos y deseosos de la juventud enriquecieron obscenamente al doctor que acabó incluso comprándose un castillo en Italia .

 Voronoff afirmaba que " el constante conflicto entre el instinto de vida y el horror ante la muerte ha engendrado ese profundo pesimismo que afecta a los grandes pensadores", y como era además, psicólogo aquel desánimo general le preocupaba enormemente y decidió alegrar la vida de los hombres ayudándoles a vivir hasta los 140 años con su genial método, que a pesar de la extendida creencia popular del momento, no era un precursor de la viagra. 

  La teoría de Voronoff  se alimentaba de la creencia de que la vida de una persona se prolonga tanto

como sus glándulas, por ello aunque se especializó en testículos no se olvidó de las mujeres y realizó algunas operaciones de prueba, implantando ovarios de mona en mujer y viceversa. 

 De la noche a la mañana ,el hombre que había visitado a reyes y había sido descrito como honores en los periódicos pasó del aplauso a la burla y en 1930 se vio obligado a dejar los implantes por presiones de la comunidad científica y tras el descubrimiento de la testosterona sus operaciones se transformaron en tabúes y médicos y pacientes que habían defendido sus teorías le dieron la espalda. Tal fue su caída que incluso fue acusado de haber introducido el virus del VIH en la especie humana a través de sus implantes.  La suerte abandonó  Voronoff, derrumbando todos sus castillos, incluso aquel que había comprado en Italia, al que regresó a refugiarse tras las II Guerra Mundial, solo para encontrarlo bombardeado.  

 En 1951, ocurrió su muerte, silenciosamente y su ausencia no dejó ningún eco en la comunidad científica, sin embargo su figura en la cultura popular dejó su rastro, inspirando a artistas con su historia de obsesión con la inmortalidad, que construía los cimientos perfectos para una buena novela: un científico extravagante con una teoría altamente cuestionable, que curiosamente, nadie cuestionó, seguidores fervientes y castillos lejanos. Una realidad perfecta para fundir en un mundo de ficción, dando resultado a grandes novelas como " The great detective: the amazing rise and inmortal life of Sherlock Holmes", donde Zach Dundas escribe sobre el gran Conan Doyle :

 " En Voronoff él pudo haber atisbado un extraño reverso de su propia persona: un hombre resuelto, explicando un conocimiento arcano(...). Conan Doyle luchó por la inmortalidad espiritual. Ambos se oponían y complementaban, como Moriarty y Holmes.