En la concurrida e insomne avenida Malecón, perennemente bañada por el océano, que le rinde pleitesía eterna besando el muro del rompeolas, se alza regiamente un edificio de muerte, razón de murmullos entre los locales.
 Quizás uno de los edificios más emblemáticos del Malecón habanero, fue construido en 1954 con sus 14 pisos que asemejan gigantescos ataúdes y han sido objetivo del imaginativo popular, que durante más de medio siglo lo ha sepultado en un aura de misterio.
 La leyenda reza que fue erigido a modo de homenaje del propietario a su hija de 14 años quien pereció trágicamente ahogada en las aguas del malecón, naciendo así el diseño de tantos pisos como años tenía la joven y los ataúdes referentes a la desdicha ocurrida.
 Esta espeluznante historia ha sido transmitida a lo largo del tiempo por los moradores de la ciudad, quienes la narran fervientemente, casi como si la hubiesen vivido en su propia carne , y la han convertido en una de las tantas leyendas urbanas que viven en la piel de nuestra Habana.
 Sin embargo algunos de los más longevos moradores del edificio desmienten la fatídica historia del infortunio familiar, asegurando que la intención original fue crear una obra que transmitiera la sensación de estar en un barco.
Indudablemente la vista que se ofrece desde el interior de la edificación nos traslada a un navío en alta mar, sin embargo la historia de la adolescente muerta  ha sido la que ha trascendido hasta nuestros días y la certeza absoluta solo yace con el propio arquitecto de quien los moradores ni siquiera recuerdan el nombre.