Otra de las secuelas del trabajo de los famosos "investigadores paranormales", de los que les contaba en la entrega pasada, fue un sorprendente juicio que pasó a las páginas de la historia. El abogado de la defensa se alzó ante el juez y el jurado, declarando a su cliente inocente de los cargos que se le imputaban. El joven acusado era Arne Cheyenne Johnson, se le acusaba de asesinato y los murmullos se oyeron en la corte, cuando su abogado alegaba que era inocente, pues cometió el crimen bajo posesión demoníaca. 



 La historia de Johnson comienza casi un año antes del crimen. El joven, enamorado de Debbie Glatzel, se mudaba a su casa. Junto a ellos vivían también los padres de Debbie y sus hermanos Carl y David, de tan solo ocho años.

 De acuerdo con las declaraciones de la familia, un mes antes de la llegada de Arne, David había comenzado a comportarse atípicamente. El niño contaba a su familia que veía un figura extraña, parecido a un anciano, que invadía sus sueños, murmurándole en lenguas raras. Nadie más de la familia llegó nunca a ver el anciano que describía, pero comenzaron a oír sonidos raros que escapaban del ático de la casa. 

Poco después David comenzó a sufrir terrores nocturnos y en su piel empezaron a aparecer moretones y marcas inexplicables. La situación se agravó. Con el pasó de los días, el niño se retorcía en su cama gritando obscenidades e intentaba huir de manos invisibles que querían ahogarle. Los Glatzels acudieron entonces a la Iglesia y al matrimonio Warren en busca de ayuda. 

Tanto la familia como los Warren no tardaron en describir con  detalle al monstruo que veía el pequeño David, sin embargo Carl Glatzel, quien hoy tiene 55 años, asegura que su hermano sufría de enfermedades mentales, y que fueron estas afecciones las que dieron origen al relato. Además acusa a los Warren de intentar lucrar con el caso de su familia. 

La posesión de Arne: 

Los Warren no fueron capaces de realizar un exorcismo formal en el pequeño David, debido a que el

obispo de Bridgeport les negó la autorización. El protocolo de la Iglesia para permitir exorcismos era, en aquel entonces, someter primeramente al afectado a una serie de pruebas psicológicas, pero los Glatzel se negaron a realizar estas pruebas en su hijo. 

En cambio realizaron entonces "cuatro ritos menores " de exorcismo. Lorraine Warren aseguró que en una de estas ceremonias pidió el nombre de las entidades que atormentaban al niño, y descubrió que eran 42. Durante estos rituales, Arne Jonhson desafía a las entidades a que abandonen el cuerpo del infante y entren en el suyo. 

Aparentemente los ritos de los exorcistas funcionaron y la paz regresó al hogar de los Glatzel. Arne y Debbie se mudaron al poco tiempo a un apartamento junto a la perrera de Alan Bono, quien les ofrecía trabajo y alojamiento por cuidar de los animales. 


El día del asesinato, Alan, Arne, Debbie y tres pequeñas primas suyas , estuvieron reunidos, escuchando música y pasando el rato. De acuerdo al relato, Alan había bebido demasiado y agarró a una de las primas de Debbie, que tan solo tenía nueve años, con intenciones de propasarse. Entonces Arne entró en una especie de trace, sacó su cuchillo y apuñaló varias veces a Alan Bono, acto seguido se escabulló al bosque cercano. 

Martin Minnella, abogado defensor de Arne  citó dos casos judiciales británicos, que también habían empleado la posesión demoníaca como defensa, pero el juez rechazó el argumento alegando que dichas afirmaciones no podían ser probadas, científica u objetivamente. La defensa cambió su estrategia entonces, alegando defensa propia.

 El 24 de noviembre de 1981, el jurado consideró a Arne Jonhson culpable de homicidio involuntario en primer grado y fue sentenciado de 10 a 20 años de cárcel. De su condena, cumplió solamente cinco años , por buen comportamiento. Al salir de la cárcel se casó con Debbie y vivió con ella hasta que falleció de cáncer. 

Para la comunidad de Brookline este fue el primer asesinato en sus 193 años de historia, y a pesar de los libros y películas inspirados en el caso, aún es bien difícil creer que "el diablo lo obligase a hacerlo".