José Martí es el apóstol cubano, héroe nacional, inspiración de miles de poemas y consignas, vitoreadas en su nombre. Hombre de gran intelecto y desbocada pasión, dedicado toda su vida a lograr la libertad de su tierra, sangrando por verla oprimida, añorando el día en que fuese libre.

 


El pasado 19 de mayo se cumplieron 126 años de la desaparición física de Martí, y aún tanto tiempo después su muerte sigue envuelta en el misterio, hasta en el desconocimiento de los hechos que la rodean, pues millones de cubanos ignoran las circunstancias que suscitan dicho enigma, arraigados a la historia bien inculcada en nuestras mentes desde que somos infantes, válida y alabable por ser nuestra propia historia, pero escueta y transformada en algo palpablemente editado para asemejar una ficción, a veces, mas que a la verdadera realidad. 

  Montado en Baconao, el 19 de mayo de 1895, con un pantalón claro, chaqueta negra, sombrero de castor y revólver en mano, el Apóstol encarnaba la definición exacta de un "blanco perfecto", levantando preguntas sobre las razones por las que un hombre de letras enfrentaría tal batalla con el sabido resultado que podría acontecer y que así aconteció: " Herida de bala penetrante en el pecho, herida de bala en el cuello, herida de bala en el tercio inferior del muslo derecho" rezaba el acta de defunción confeccionada sobre su cádaver.

No es secreto ni ofensa profesar que nuestro Martí no era un soldado, ni estaba fraguado en las batallas como Gómez o Maceo, la tribuna y la pluma eran sus campos de enfrentamiento al enemigo, lo que hace questionar, ¿que fervor, depresión o temeridad hicieron que enfrentase un combate así?.

 La batalla de Dos Ríos concluyó en retirada para el Ejército Libertador y Martí se contó como su única baja mortal, en la noche de la fatídica fecha el generalísimo Máximo Gómez escribió, " Martí habló con verdadero ardor y espíritu guerrero, ignorando que el enemigo venía marchando por mi rastro y que la desgracia preparaba a nosotros y a Martí la más grande desgracia".

  En su función de general, liderando un enjambre de hombres a las balas enemigas, Gómez marchó delante dirigiendo a sus soldados y luego esa misma noche repasando los sucesos expresaba: " Cuando Martí cayó me había abandonado y se encontraba solo con un niño que jamás se había batido ( Miguel Ángel de la Guardia). Y esto no obstante que cuando ya íbamos a enfrentarnos con el enemigo le  ordené que se quedara detrás; pero no quiso obedecer mi orden y no pudiendo yo hacer otra cosa, que marchar adelante para arrastrar a la gente, no pude ocuparme de Martí".

 Bajos estos mismos preceptos de orden militar Gómez y Maceo planeaban la guerra, para ellos la constitución de la República y el gobierno vendrían luego, en ese momento teorizaban estrategias bélicas  para preservar vidas y recursos en las contiendas que se cernían sobre ellos para alcanzar la libertad de Cuba. Esa presencia y necesidad de un mando militar totalitario hizo a Martí escribir en carta a Gómez: "un pueblo no se funda general, como se manda un campamento". 

 Más tarde en una reunión en Nueva York, Gómez contestaría a Martí sobre el mismo tema, " Vea, Martí, limítese usted a lo que digan las instrucciones, y lo demás el general Maceo hará lo que deba hacerse".

 Y precisamente en la palabras de Gómez se impregnó el martirio del héroe nacional cubano,a quien no le simpatizaba la preponderancia de lo militar sobre lo civil, previendo con su mente prodigiosa la transformación de sus ideas en algo bien alejado de sus intenciones para la nueva nación.

  En 1895, en el Ingenio de la Mejorana, ocurrió uno de los capítulos más trascendentales de la historia de Cuba, allí se debatieron los parámetros para dirigir la guerra y el programa político que definiría la contienda en sí, pero también resurgieron desacuerdos anteriores que desembocaron en la misma discusión que se había efectuado en Nueva York.

 Dichos conflictos se hicieron presentes en las palabras finales de Martí en Dos Ríos, dos horas antes de su muerte, erguido sobre su caballo, ante los soldados: " Por la causa de Cuba me dejaré clavar en la cruz". Así miso se expresaba Martí en tono extrañamente vaticinador en una carta a su amigo Manuel Mercado al decirle: " sé desaparecer". Frase que quedó a forma de epitafio, cuando a solo horas de pronunciar " por la causa de Cuba me dejaré clavar en la cruz", caía Martí de cara al sol acribillado por las balas españolas.


 El misterio con respecto a la muerte del intelectual cubano crece y se hace palpable al descubrir que cuatro páginas de su diario, correspondientes al día 6 de mayo, jornada siguiente de la reunión de La Mejorana, fueron arrancadas y desaparecidas, sospechosamente, ¿ocultarían dichas páginas un testimonio tan desgarrador que pudiese explicar la decisión martiana?.

 El diario intacto fue puesto en manos del General Máximo Gómez, alzando incógnitas aún más perturbadoras, ¿ que secreto guardaban aquellas páginas, que pudiesen haber impulsado al Generalísimo a eliminarlas de la faz terrestre?,  ¿ qué descontento podría afligir tan profundamente a Martí para impulsarle a tomar un revólver, vestido de "blanco perfecto", para situarse frente a las balas de España?.

 Tal vez las circunstancias de la muerte de Martí permanezcan siempre en el misterio, junto al robo de las páginas de su diario y la ya acostumbrada tergiversación de las ideas de quien, previó la fundación de una nación distante de los ideales de igualdad y justicia que emanaban de su mente y prefirió ser crucificado por la metralla enemiga antes que "fundar un pueblo como se manda un campamento".