Con el aire festivo que traen estas fechas, ejecutamos miles de tradiciones inculcadas inconscientemente por nuestro propio entorno. Así en algunos países se sale con maletas, durante el último día del año para atraer viajes, en otros se usa ropa interior roja, se pone un billete dentro de los zapatos, se esconde una moneda en el interior de un delicioso pan o se lanzan platos viejos por los aires para atraer todo lo bueno y próspero del año que comienza. Pero, ¿Cuál fue exactamente el inicio del ancestral festejo que despide el año y da estruendosamente la bienvenida al nuevo?


 La primera celebración de fin de año tuvo lugar alrededor del año 2000 a. C, en Mesopotamia, entre los meses de marzo y abril ya que significaba el comienzo de las nuevas cosechas. La primavera y la primera Luna creciente marcaban el comienzo de una de las fiestas mas importantes de este pueblo. La celebración se llamaba  Akitu y consistía en un acto general de renovación de 12 días para dar la bienvenida al nuevo año. 

 A la par que los significados agrícolas, Akitu también hacía referencia al amor y la fecundidad, centrándose en el culto a los dioses Innana y Dumuzi para atraer campos fértiles y buenas cosechas en el año que comienza. Durante estas festividades los habitantes recibían regalos y abundante comida, festivales que luego  desembocaban en alocadas fiestas que se convertían en el escenario perfecto para comer, beber, drogarse y practicar sexo desmedidamente, sin tener en cuenta el estatus social o la religión de los individuos.

 En el año 46 a.C, el emperador Julio César decidió que la nueva fecha para celebrar el inicio del año sería, el primero de enero, El calendario mesopotámico se desfasaba debido a los inconstantes ciclos de la Luna, por ello César encargó a sus astrónomos un nuevo calendario solar, llamado juliano, en honor al Dios Janus, símbolo de los inicios. 

 La nueva fecha designada para recibir el año, también sirvió como motivo perfecto para prolongar las salvajes fiestas saturnales, que se celebraban desde el 17 hasta el 23 de diciembre, una especie de celebración navideña carnavalesca donde se derrochaba comida, bebida  y lujuria. 

 Con la llegada del cristianismo las saturnales fueron sustituidas por Navidad, el 25 de diciembre, sin embargo la ocasión continuaba siendo motivo de excesos y desenfrenos, por lo que durante el concilio de Tours se instauraron tres días de ayuno en año nuevo, frenando así la intensidad de los festejos. Finalmente la tradición cristiana perduró, y el Papa Gregorio XIII estableció en 1582 definitivamente el 1 de enero como inicio de año con el calendario gregoriano, que mantenemos hasta la fecha. 

 No obstante algunas de las tradiciones más antiguas sobrevivieron y aún nos acompañan, como el

brindis. Surgido en el siglo IV, en la Antigua Roma, donde asesinar a los enemigos con veneno era lo más normal y la declaración suprema de amistad y confianza era chocar las copas con los seres queridos. El cristianismo mantuvo también el brindis, calificándolo como símbolo de buena suerte y añadiendo que el ruido de las copas al chocar " ahuyentaba al diablo"

Los franceses en un alarde de elegancia y sofisticación ligaron los brindis al champagne y de esta manera desde el siglo XIX las fiestas de fin de año comenzaron a celebrarse en restaurantes y clubes, donde se servían exquisitas cenas y a las que asistían los comensales luciendo sus mejores galas. Las fiestas se fueron modificando y con mayor o menos suntuosidad se celebran aún en todos los hogares en un festival de emociones que despide un año con la esperanza que el siguiente sea mejor.