En incontables ocasiones y disímiles medios se ha hecho, a lo largo de la historia, la mención casi obligada a la figura y la genialidad inmensa del gran Leonardo Da Vinci. Sus obras son ampliamente conocidas, así como sus investigaciones y trabajos innovadores.

 La Mona Lisa con su belleza embrujante y su mirada inequívoca encierra sin duda más de un misterio que abre la puerta a la especulación sobre los amores o desamores de su autor con la modelo de la trascendental obra, pero es otro de sus trabajos el  que posee la curiosa leyenda que se narra hoy.

 "La Última Cena" 

 Para esta creación Da Vinci utilizó una metodología diferente a la empleada en la época, pintando su mural con temple y óleo sobre dos capas de yeso, método desastroso que condujo al rápido deterioro de la obra y que causó que sea la peor conservada de todas y debido a varias restauraciones diste un poco de lo que fue originalmente.

 El fresco representa el momento exacto en el que Jesús anuncia la traición venidera por parte de uno de sus Apóstoles y en ella Da Vinci plasmó, magistralmente, las expresiones de duda, incredulidad e incluso miedo de cada uno de los involucrados.


 Cuentan que 3 años pasó el artista en busca de los sujetos perfectos para personificar a los selectos comensales. Pues según el genio italiano los gestos del ser humano son tan variados como los estados de ánimo del alma misma.

 


Así fue que el primer modelo que halló fue quien representaría a Jesús, un joven de rostro luminoso y apacible que transmitía gran fuerza espiritual. Mientras que Judas fue el último y para hallarlo tuvo que adentrarse; bajo las presiones impacientes del Conde Ludovico Sforza, mecenas de la obra; en una de las cárceles más peligrosas de Milán.

 En busca del rostro vil Da Vinci se encontró frente a frente con un asesino condenado a muerte, al que le

extendió la oferta de servir como modelo para Judas. Su rostro marcado por sombras y cicatrices reflejaba la maldad y el odio que reinaban su alma, y resultó ser el modelo ideal para el artista.

 El reo aceptó la propuesta y la ejecución fue aplazada. Cuentan que al terminar las sesiones el sombrío sujeto rompió en llanto y entre gemidos le dijo a Da Vinci:

-Leonardo,¿no me reconoces?, yo soy el mismo en quien hace años te basaste para pintar a Jesucristo.-

 La incertidumbre se cierne alrededor de esta leyenda ,que permanece sin corroborar.  Lo cierto es que Da Vinci maravilló al mundo con el reflejo de emociones que logró en cada uno de los sacros personajes y aunque la técnica que empleó propició que el fresco se cayera pedazos con el paso del tiempo, sin duda esta es una de las obras más trascendentales de la historia del arte y aún sigue asombrando a generaciones enteras.