En uno de sus cuentos, Borges describía una biblioteca universal en la que estaban reunidos todos los libros producidos por el hombre. En sus interminables estantes las obras se ubicaban revelando los secretos del universo. Libros que contenían todo lo que se puede expresar, en todos los idiomas y tratados que resolvían los grandes misterios de la humanidad. Aunque el cuento de Borges es ficticio, sin duda alguna describe algo muy cercano a lo que en su tiempo fue la biblioteca de Alejandría.


La célebre biblioteca fue creada pocos años después de la fundación de dicha ciudad por el gran Alejandro Magno en 331 a.C. . Su propósito era reunir todas las obras del ingenio humano de todas las épocas y los países, para conformar una colección inmortal que legar a las generaciones posteriores.

Muchos teorizan sobre la cantidad de libros que llegaron a reunirse en este recinto. Algunos hablan de que hacia el siglo III existían 490,000 libros y que dos siglos más tarde aumentaron hasta 700,000. Aunque son cifras discutidas, proyectan una idea de la gran pérdida de conocimiento que supuso su destrucción.

La desaparición de esta biblioteca es uno de los desastres culturales más conocidos de la historia Comparado con la quema de libros que ocurrió tras la toma de Constantinopla por los cruzados. 

Es complejo desentrañar el misterio para señalar el momento exacto en que se produjo el desastre. Pero

el primer incidente se señala en el año 47 a. C. Durante la guerra entre los pretendientes al Trono de Egipto, el general romano Julio César, había acudido Alejandría, para apoyar a la reina Cleopatra. Fue alojado el complejo palacial que estaba situado donde se emplazaba la biblioteca de los libros regios.
César fue atacado y durante el combate se produjo un incendio que se extendió hasta aquella sección del palacio entonces fue cuando por primera vez se quemaron numerosos libros del complejo, que el propio César pretendía transportar a Roma.

 El declive

Con la caída de Cleopatra y el hundimiento del reino de Egipto, que cayó en las manos oligárquicas de Roma, Alejandría se sumió en la decadencia y su biblioteca no estaba ajena a estas circunstancias. Los sabios seguían alabándola, los estudiantes desfilaban por sus pasillos y su fama de trascendía las fronteras. Pero ya no existía una corte que se preocupara por dotarla o repararla.


Su carácter evolucionó, abandonó la pretensión de totalidad que la envolvía al comienzo. Ya no se trataba de recopilar todo el saber. Contradicciones muy diferentes y las diversas crisis del siglo II tuvieron repercusiones negativas para la vida cultural de Alejandría y la conservación de su biblioteca.

En el año 272 el emperador Aureliano arrasó con la ciudad en medio de su campaña contra la reina Zenobia de Palmira. Años más tarde la devastación regresó, bajo el reinado de Diocleciano devastando el complejo palacial.

El deterioro no se detuvo, la proclamación de cristianismo como religión oficial del imperio tuvo consecuencias graves para la biblioteca alejandrina. Entre sus paredes se encontraban los saberes del paganismo clásico, precisamente el tipo de cultura que rechazaban los movimientos cristianos. Los libros viejos dejaron de interesar a los estudiantes y a los nuevos sabios, que alababan a esta religión. Las leyes contra el paganismo, promulgadas por emperadores y religiosos fueron usadas por los cristianos para legitimar sus ataques contra las instituciones que creían paganas y así varias bibliotecas fueron arrasadas durante el año 391.

La gran biblioteca de  Alejandría resistió hasta el 415 cuando una horda de monjes cristianos instigados por el patriarca Cirilo arrasaron con ella haciendo desaparecer  gran cantidad de los tesoros de la humanidad que se habían congregado en ella. Luego del desastre un teólogo hispano narró que el visitar la ciudad no halló más que anaqueles vacíos no encontraba libros pese a la gran fama de la biblioteca. 

En los años posteriores lo poco que quedaba de la institución agonizaba en una ciudad sacudida por  constantes guerras y enfrentamientos por el poder. Pero el  golpe de gracia llegó en el año 640, cuando el Imperio bizantino fue invadido por los árabes y Egipto se perdió completamente. 

Durante la invasión un teólogo intentó desesperadamente salvar los libros. El general árabe a cargo de la invasión, persuadido por las palabras de aquel hombre y por su sensibilidad ante la literatura, envío una carta al califa pidiéndole instrucciones sobre lo que debía hacer con los libros.

 El estricto Khalifa le contesto: " si estos libros están de acuerdo con el Corán no tenemos necesidad de ellos y esto si se oponen al Corán deben ser destruidos". La orden fue Clara y ejecutada con obediencia, incluso las fuentes árabes posteriores reconocieron la destrucción. Una de ellas indica que los libros fueron usados como combustible en los baños de la ciudad y que tomó seis meses quemarlos todos.

Son muchos los autores que discuten este desenlace. En el siglo XVIII un gran historiador británico teorizó que la historia era demasiado inverosímil. Parecía más bien una invención para culpar a los musulmanes, de un desastre que había sido en realidad responsabilidad los cristianos. La creencia de algunos estudiosos es que la biblioteca desapareció paulatinamente y que la llegada de los musulmanes realmente no quedaba mucho.

Irremediablemente las guerras, las luchas por el poder, la inconsciencia de los hombres y la insensibilidad ante el tesoro del conocimiento nos arrebataron un tesoro invaluable para toda la humanidad. La biblioteca pereció, convirtiéndose en sinónimo de este lugar ficticio que describía Borges. No podremos nunca, ni siquiera, ser conscientes de cuanto perdimos una vez más a manos del odio y la barbarie. 










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