La muerte es un miedo recurrente en los seres humanos, quizás por su carácter irrevocable, porque se desconoce que existe o si siquiera existe algo tras ella, si los momentos previos serán dolorosos o apacibles, y en nuestro fuero más interno deseamos que el final sea bondadoso y podamos morir rodeados de nuestros seres queridos y tras el velo indescriptible hallar a aquellos que partieron antes que nosotros. 


 Siempre se anhela por una muerte rápida, tal vez en sueños, tal vez repentinamente en un abrir y cerrar de ojos y se teme por largas y dolorosas enfermedades o escabrosos destinos, como el ser asesinados, o en casos extremadamente imaginativos ser enterrados vivos y estar condenados a vivir nuestras últimas horas en la oscuridad del sepulcro, arañando el ataúd que será nuestra morada definitiva y sintiendo como se nos escapa el aire bajo la tierra indolente. 

 Así descrito y en nuestro mundo actual suena a peli de terror, a relato de Halloween, pero lo cierto es que años atrás no era tan inaudito como parece hoy en día y no fueron pocos quienes sufrieron este horrendo destino, sin que tuviese que mediar un asesino psicopático, simplemente por una incomprendida enfermedad. 

 La "muerte aparente":

 La expresión empezó a emplearse a partir del Siglo XVII, para referirse a un diagnóstico que hasta nuestros días es conocido como "catalepsia", un estado en el que el cuerpo permanece paralizado, y la persona yace inmóvil, en aparente muerte, sin signos vitales perceptibles, pero en realidad está viva, puede ser consciente de su estado, siendo capaz de ver u oír todos los eventos a su alrededor, sin tener control alguno sobre ninguna función de su cuerpo o puede estar completamente inconsciente  durante horas e incluso días. Puede ser producida por cuadros de histeria, efectos del uso de la cocaína o de enfermedades como la esquizofrenia y el mal de Parkinson. 


 En aquellos años oscuros, donde la medicina aún andaba a gatas y carecía de los medios y conocimientos de los que hoy goza, era muy sencillo que las personas en este estado fueran enterradas vivas, y despertaran de su letargo dentro del oscuro féretro. No es de extrañar entonces que durante un largo período, de 1870 a 1910 específicamente, se desatara un pánico general a ser sepultado vivo, por lo que se crearon los llamados "ataúdes de seguridad", con banderas, respiraderos o campanas que pudieran salvar la vida de algún desdichado que sufriera esta horrible suerte. 

 Sin embargo con el transcurso del tiempo se han corroborado varios casos de personas que sufrieron este sombrío destino:

  •   Entre los registros ingleses, más antiguos, consta la dramática historia de un carnicero del barrio Newgate, que luego de estar varios días enfermo "falleció" en 1661. La propietaria de la casa en que vivía, ansiosa por heredar todas sus posesiones se apresuró a sepultarlo. Luego del entierro sus amigos rendían sus respetos en su tumba cuando escucharon macabros sonidos escapando del interior del sepulcro. Cuando finalmente consiguieron abrir el féretro Lawrence Cawthorn yacía muerto, con los ojos hinchados y la cabeza ensangrentada, debido a los golpes que se propinó tratando de escapar del ataúd. 
  • En 1903 una hermosa joven argentina, llamada Rufina Cáceres, de tan solo 18 años fue hallada
    muerta en su habitación, sin explicación alguna para el infortunado suceso. El doctor no pudo más que concluir que " se le había detenido el corazón". La familia desconsolada la sepultó en el mausoleo familiar. Al día siguiente uno de los vigilantes del cementerio comenzó a escuchar ruidos provenientes de la cripta, decidido a investigar , entró y encontró el féretro de Rufina, levemente corrido, consternado dio inmediato aviso a la familia, que a su vez, ordenó abrir el ataúd nuevamente, descubriendo con horror, a la joven de espaldas, con las uñas desgarradas y el rostro completamente arañado, en un ataque de desesperación al mirar en los profundos ojos del sepulcro y saberse enterrada viva.
  • Francia, 1937, un joven tiene un terrible accidente de motocicleta, chocó contra una pared que desfiguró parcialmente su rostro, fue declarado muerto en el acto y a su familia se le negó verle debido al impactante estado de su cara. Tres días más tarde fue enterrado. El padre del joven , cobró un seguro de vida por la muerte de su hijo, que ascendía uno 200 mil francos, la compañía de seguros, decidió investigar aquel caso y ordenó la exhumación del cadáver de Angelo Hays, cuando para su sorpresa hallaron el cuerpo, aún caliente, del joven en estado de coma.
  • En el año 2011 la bailarina dominicana Niurka Guzmán fue encontrada en su habitación, sin signos vitales, en una práctica sumamente descuidada el médico encargado la declaró fallecida debido a un "infarto al miocardio". Sin embargo días después de su entierro, a insistencia incansable de su mejor amiga, quien afirmaba "sentirla", fue exhumada. Efectivamente la chica estaba muerta, sin embargo se confirmó que su deceso fue causado por asfixia, al despertar dentro de la macabra caja.  

  La "muerte aparente" es una condición que sigue afectando a la humanidad, y aunque existen casos aislados, como el de la desafortunada Niurka, hoy en día la ciencia posee métodos infalibles para confirmar inequívocamente el deceso, como un electrocardiograma o un encefalograma, sin embargo la pequeña posibilidad levanta una horrorosa pregunta: ¿ Qué harías si despiertas en tu tumba ?