Una notación pura, una vibración maravillosa, una voz limpia y angelical que emergía en cascadas copiosas de la garganta de hombres, que desde niños dedicaban su vida a la música. Eran alabados en Europa y gozaban de la notoriedad que hoy es característica de las estrellas de rock, pero  para lograr su voz tuvieron que pagar un horrible precio.

 Se llamaban castrati y eran hombres que combinaban en su voz el colorido tímbrico femenino y masculino, cantaban con registro de mujer, pero no de forma natural. Para conseguir este registro tan deseado, y que tanto maravillaba al público barroco pasaban por prácticas horrorosas.

Los castrati eran niños dotados de un voz hermosa, quienes, para evitar los cambios producidos por las

hormonas masculinas durante la muda vocal, eran sometidos a una intervención llamada orquiectomía, durante la cual se les amputaban los testículos, cuando tenían entre ocho y diez años de edad. Como consecuencia aquellos niños crecían con una voz híbrida, con la potencia de un hombre pero que a la vez tenía la gran ligereza y capacidad para hacer los agudos portentosos de una garganta femenina.

 La castración, como práctica aberrante era condenada por la justicia, sin embargo en estos casos, las familias ofrecían justificaciones médicas poco creíbles y las autoridades hacían la vista gorda. La formación de los castrati era muy rigurosa. El horario de una escuela de canto en Roma hacia 1700 consistía en; una hora de cantar piezas difíciles e incómodas, una hora practicando trinos, una hora en ejercicio adornado passagi, una hora de ejercicios de canto en presencia de su maestro y delante de una espejo, para evitar movimientos innecesarios o muecas faciales al cantar y una hora de estudio literario, todo ello antes del almuerzo.  Se estima que durante el apogeo de estas voces de 1720 a 1730 más de 4000 niños fueron castrados cada año con la intención de producir estas voces angelicales. Muchos provenían de hogares humildes y eran castrados por sus padres, con la esperanza de que su hijo alcanzara la fama y pudiera  sacarlos de la pobreza.

 Los castrati florecieron en los escenarios europeos, llegando a cobrar grandes sumas de dinero y

Farinelli, el castrato más famoso de la historia

gozando de gran fama. Ganando el favor y la devoción de reyes y miembros de las altas sociedades. Pero en el siglo XIX, con la incorporación de las voces femeninas a la escena operística, el empleo de tenores para los papeles masculinos y el cambio en las actitudes sociales, que ahora prohibían la castración con fines musicales, los castrati fueron eliminados de los escenarios, pasando a formar parte de coros eclesiásticos. En 1878 el papa León XII prohibió la contratación de nuevos castrati por parte de la iglesia, a excepción de la Capilla Sixtina y algunas basílicas papales en Roma. En 1902 una nueva sentencia estableció que ningún castrato más sería admitido y el 22 de noviembre de 1903 llegó oficialmente el final de esta estirpe de cantantes cuando el nuevo papa Pio X emitió un motu proprio, en el que establecía el uso de niños cantores en los papeles que desempeñaban los castrati. 

 

Alessandro Moreschi

El último castrato sixtino fue Alessandro Moreschi, retirado en marzo de 1913 y fallecido en 1922, es el único que pudo realizar grabaciones en solitario y por ende el único castrati del que se conserva un registro musical. Si gustan deleitarse con la divina voz del último castrato aquí pueden escucharla. 

 Finalmente los castrati fueron niños, dotados de un gran talento musical, quienes mediante el arduo estudio alcanzaban la perfección en su oficio, pasando antes por una horrorosa intervención, de la cual, siendo aún niños, es improbable que conocieran las consecuencias. Tristemente fueron niños que pagaron un alto precio por conservar su voz con tonalidad infantil.