No fueron los humanos deformes los únicos en sufrir los malos tratos y las injusticias a manos de los

empresarios y empleados de los espectáculos circenses de la época del antes mencionado P. T. Barnum. Los animales, que protagonizaban los espectáculos de bestias, haciendo piruetas y trucos para complacer a sus domadores y deleitar al público, estaban condenados a una vida triste y en la mayoría de los casos una muerte terrible como premio por sus actos tan lucrativos que enriquecieron los bolsillos de los humanos a su cargo.

 El pequeño Jumbo:


 Jumbo era un hermoso elefante, promocionado y presentado como "el elefante más grande del mundo", por supuesto que quien le presentaba era el mismísmo Barnum, de cuya mala fama por mentiroso ya hemos hablado. Jumbo fue cazado en Sudán ,cuando apenas era una cría y fue enviado a vivir al zoológico de Londres, donde se convirtió en el animal favorito de la Reina Victoria. Pero Barnum no tardó en cerrar sus garras sobre el elefantito, ofreciéndole al zoológico 30000 tentadores dólares, dinero que tardó solo una semana en recuperar a expensas del trabajo del majestuoso animal. Jumbo gozó de tal fama que su nombre ha sobrevivido hasta nuestros días como sinónimo de algo gigantesco, sin embargo su vida llegó a un doloroso final en 1885 cuando fue arrollado por un tren en Canadá. Ni siquiera la muerte del animal, detuvo a Barnum, quien comenzó a exhibir por separado el cuerpo disecado y los huesos de su antiguo paquidermo. 

 Muchos fueron los elefantes de circo que alcanzaron el estrellato en espectáculos circenses, pero a que

costo. En 1910, una hermosa elefanta llamada Mary desfilaba cargando a su entrenador, y éste , como forma de control la pincho para acelerar el paso, pero con tal mal tino que infligió el pinchazo justo donde Mary padecía de una dolorosa infección dental. La tragedia se dio en segundos y el hombre acabó muerto, la multitud insensible y morbosa, clamaba venganza y en consecuencia la pobre elefanta fue ahorcada colgando de una grúa para coches, ante la mirada indolente de miles de personas

  Igual de desoladora fue la muerte de Mandarín, otro elefante que accidentalmente causó la muerte de uno de sus cuidadores. El espectáculo al que pertenecía Mandarín, emprendió una travesía marítima para llegar a Nueva York con todos sus animales, Sin embargo Mandarín no llegó a tierra, al llegar al destino el jefe del espectáculo ordenó cruelmente arrojar a Mandarín en su jaula lastrada con metal, al frío mar, condenando al pobre animal a un agónico final.

 Una vez más los hombres "normales ", mostrando su verdadero monstruo interior, lucrando de animales tan bondadosos y nobles que les hicieron adinerados y recibieron como pago explotación, dolorosas cadenas, horribles maltratos y muertes tan horrendas que hacen doler el alma. 


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