La belleza es un concepto altamente relativo, pues dependiendo del ojo de quien la mire, la cultura la sociedad y la época podemos encontrarla o no en determinados objetos e incluso en el rostro de las personas. Aunque cada quien a lo largo de su vida con sus propios criterios conforma su concepto de belleza existen una serie de medidas muy antiguas que sientan las bases de la hermosura, determinando claramente que es bello y que no. Estas condiciones  se conocen como número de oro o número phi. 

 


Llamada también proporción áurea, espiral dorada o divina proporción esta supuesta armonía facial perfecta que determina el canon de belleza y el grado de atractivo de las personas se representa con la letra griega phi (fi en español) y es un número( 1,61803...), con infinitos decimales.

 Los primeros estudios formales del número aúreo se atribuyen al filosofo Euclides(c. 300-265 a.C.), que en su libro "Los elementos" muestra que se trata de un número irracional, mientras que otras investigaciones se le atribuyen al propio Platón (c. 428-347 a. C). Más tarde, en 1509, el teólogo y matemático Luca Paciolo (c. 1445- 1517) señaló en su " De divina proportione" ( "Sobre la divina proporción); la conexión del número con la divinidad, alegando que estaba definido por tres segmentos de recta como la Divina Trinidad y que era inabarcable en su totalidad como el mismísmo Dios. 

 Motivado por esta idea el artista Alberto Durero (1471-1528), diseñó en 1525 la espiral áurea, que

luego pasó a ser llamada la "espiral de Durero", donde describía como trazar con regla y compás una espiral basada en esta divina proporción. La proporción continuó apareciendo en obras de Johanes Kepler y Martin Ohm, siendo este último quien acuñó el término "sección áurea" en 1835, representándolo desde entonces con la letra griega tau, hasta que en 1900 el matemático Mark Barr lo sustituyó por phi en homenaje al escultor griego Fidias, quien consiguió lo rasgos más simétricos en sus obras.

 La regla establece que un rosto bello es aproximadamente una vez y media más largo que ancho y la proporción de un cuerpo ideal se obtendría multiplicando por 1,618 la distancia que separa el ombligo del suelo. Así los rostros femeninos deben ser simétricos, el cabello castaño, los ojos marrones con forma de almendra , la línea de la mandíbula poco marcada, la barbilla de exactamente 0,21 de longitud y la nariz delgada y pequeña de 0,37 unidades de largo. Las medidas masculinas requieren pelo castaño, rostro ovalado, con forma de corazón, ojos también ovalados, de color azul, mandíbula lineal y nariz delgada y recta. En la naturaleza se presenta en la espiral de las conchas de los nautilos, la disposición de los pétalos de muchas flores, las espirales de la corteza de una piña y la disposición de las hojas de las alcachofas

 Los estudiosos creían que mientras más se aproximara una obra  a esta sección, más próxima estaría a la belleza divina y aunque no hay evidencia científica de ello es fácil encontrarla en numerosas obras de arte como: 

  •  En la relación entre las formas de la Gran Pirámide de Giza.
  •  La relación entre las partes del Partenón de Atenas.
  • Las estructuras formales de las sonatas de Mozart.
  • La quinta sinfonía de Beethoven
  • El cuadro Leda atómica" de Salvador Dalí.
La espiral divina indica las proporciones ideales para el rostro perfecto, estableciendo un canon de belleza sacra, difícilmente alcanzable e infinitamente inferior  a la belleza natural de los rostros humanos, que tantas veces dejan sin aliento con sus facciones deslumbrantes, sin saber de medidas o proporciones.