Aunque se piense que vivimos en el siglo que cambiará para siempre la mentalidad del hombre, los días inclusivos, donde se promueve la separación de los pensamientos más arcaicos que tanto daño han hecho a quienes han sido considerados diferentes por el motivo que sea, orientación sexual, credo, color de piel... Sin embargo, y a pesar de los avances, que son muchos, hay aún ciertos rasgos altamente preocupantes que parecen salidos del siglo pasado.
Las terapias para "curar la homosexualidad" se hicieron famosas a mediado de los años cincuenta, por prometer una cura para aquellos que sentían atracción por su mismo sexo. Desde que los métodos empleados con este fin, que son torturas en toda regla, salieron a la luz son muchos los que han alzado la voz para detener el absurdo.
En 1973 la homosexualidad fue retirada del manual de enfermedades mentales en Estados Unidos, la OMS tardó un poco más y terminó por reconocer que ser gay no es una enfermedad en 1990. Por eso extraña encontrar en pleno siglo 21 individuos tan torcidos que siguen ciegos ante la realidad de la naturaleza humana e infligen daños, muchas veces irreparables, a quienes consideran "diferentes".
El testimonio:
Era agosto del 2015, en algún lugar de Indiana. Veinte cuerpos desnudos saltan alrededor de una hoguera, disparando agua con pistolas de juguete y arrojándose trozos de tarta, pero no son veinte niños, son 20 hombres y Christopher Dean, un universitario mormón de 23 años, es uno de ellos. Se siente aturdido, rodeado de hombres que se arrojan en lonas mojadas. Todos son gais, como él. Tienen prohibido tocarse. Acaban de "renacer".
Todos forman parte de un programa de cuatro días para "dejar de ser homosexual", impartido por una organización llamada "Brothers Road", que opera también en México, Israel y Polonia. Quienes impartían el programa empleaban la desnudez como un medio para "dejar de sexualizar el cuerpo masculino y recuperar la inocencia". Aquellos hombres solo tenían en común la afiliación a algún tipo de organización religiosa. "Habían jóvenes y viejos, y alguno que había viajado de un país árabe donde la homosexualidad era ilegal".
Está organización (aún activa) promueve estas terapias de "reparación", que son totalmente repudiadas por la Asociación Mundial de Psiquiatría por su ineficacia y las secuelas que deja en la psiquis de quienes se someten a ellas.
El joven Christopher era un estudiante de marketing y filología alemana en Utah, por la presión a través de conocidos se acercó a "Brothers Road" y en un fin de semana se sometió al primer programa "Journey to Manhood" que se publicita a 650 dólares en su
web .
" Al principio sentí un subidón, porque estás con gente como tú. Te liberas de toda la ansiedad y la tristeza al poder hablar". Brother Road emplea los traumas infantiles, como "explicación" para las "atracciones a su mismo sexo", nunca emplean la palabra "gay", y dijeron a Christopher que todo era a causa de su "mala relación con su hermano" y le obligaban a simular abrazarle para "sanar su herida".
El objetivo era "construir hombres fuertes y buenos, una masculinidad auténtica," para "conseguir relaciones normales con hombres heterosexuales" y sus prácticas incluían meterles en una habitación, siempre bajo vigilancia, y hacerlos abrazarse para sentir el cuerpo del otro.
A pesar de que son muchos los países que levantan prohibiciones en contra de estas prácticas, algunos conservadores estadounidenses que apoyan estas organizaciones, insisten en que la prohibición de estos programas atenta contra la libertad individual. "Los clientes deben tener la libertad de buscar ayuda para vivir su vida como lo deseen", defiende David Pruden , director de la
Asociación Nacional para la Investigación y la Terapia de la Homosexualidad .
El testimonio de Christopher continúa trayendo a la luz los horrores que estas "terapias" pretenden hacer pasar como "tratamientos". Narra sobre una noche que yacía a oscuras, desnudo, sobre una litera, con voluntarios, también desnudos recorriendo los pasillos: " Leían textos sobre la gestación. Luego sonó la grabación de un parto, recuerdo al médico diciendo, " empuja, empuja". Se encendieron las luces y gritaron: " Venga salid, habéis nacido" . Y fue cuando se lanzaron al jardín donde aguardaban las pistolas de agua y la tarta.
Otro día se organizó una fiesta, recuerda el joven. Uno a uno sus compañeros fueron desapareciendo, los llevaban a encontrarse con mujeres, hermanas o esposas de quienes ya habían pasado por allí. Con ellas escenificaban a gritos su furia contra el sexo femenino y luego "ensayaban" técnicas de seducción.
"Quemábamos fotos de nuestras madres, para acabar con una relación que pusiera ser el origen de nuestra homosexualidad".
La terapia:
"Si ser gay no te define, no tienes por qué serlo", es el lema sombrío de la clínica dirigida por Tomás Aquino en Los Ángeles, fundada en 1980, conocida por transformar la desprestigiada "terapia de conversión" en " terapia de reparación", bajo la explicación de que la atracción hacia una persona del mismo sexo es producto de un trauma infantil y como tal puede "curarse".
Quienes aborrecen dichas terapias y lo que representan ofrecen pruebas irrefutables como las grandes tasas de depresión, adicciones, tendencias suicidas e intentos de suicidio entre los jóvenes enviados por sus padres a estos "tratamientos".
Y es que siendo realistas señores , estas terapias parecen sacadas de un thriller psicológico, es deformar una parte de la psiquis de una persona, a la que no le ocurre absolutamente nada, no es un enfermedad, es un impulso natural, como mismo lo es amar a alguien del sexo contrario. El adolescente o joven que está descubriendo su orientación sexual y recibe estas directrices piensa que le ocurre algo malo y nada más lejos de la realidad.
Christopher, por su parte siguió enganchado a la organización, incluso fue de voluntario a Polonia pero cada vez se sentía más solo, culpable . Intentó salir con mujeres, y el resultado fue desastroso. Finalmente se mudó a España , y se permitió ser quien realmente era . Se alejó de su religión e incluso de su padre. Tantos años y esa terapia dejaron en él grandes crisis de ansiedad, miedos y confusión que se traducen en frecuentes ataques de pánico y no saber identificar muchas veces si siente atracción sexual o simple amistad hacia un chico.