Autopsia de un suicido
Tal pareciera en muchas ocasiones que la
sombra de la muerte aflige a tantos grandes de las artes en el transcurso de su
vida, siguiéndolos a través de su existencia y llevándolos inevitablemente a terminar sus propias vidas como precio a pagar para terminar el tormento en que se
ven envueltos en una vida donde la riqueza, la fama y el talento se regodean del
brazo inseparable de la depresión, el miedo y los traumas recurrentes de una
niñez fatídica, o una adolescencia problemática que dio forma a sus dones y
vida trastornada en ciertas áreas que desembocan en el suicidio
irremediablemente.
Una
generación entera de músicos que cambiaron para siempre la historia de la
música vivieron una existencia marcada por la dualidad del talento nutrido por
la tragedia y la depresión en las propias palabras del inigualable Kurt Cobain
se refleja tal tormentosa relación:
…" thank you for
the tragedy I need it for my art."
En el pasado post hacía referencia
a la figura de Hemingway y su estrecha relación con Cuba, el autor del
"Viejo y el mar" fue uno de los grandes escritores del siglo XX y en
vida reflejó cualidades que no mostraban realmente su interior turbulento, pero
Hemingway, quien muchos nunca concibieron consideraría quitarse su propia vida terminó tragándose una
bala el 2 de julio de 1961.
“Hemingway no parecía pertenecer a la raza de
los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una
cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y
su valor físico”.
Expresaba Gabriel García Márquez días después de la muerte del notorio escritor. Su suicidio era una gran contradicción, la personalidad del hombre que se convirtió en mito, más allá de la literatura, un hombre que se enzarzaba en estruendosas peleas de bares, sobrevivía a las balas del franquismo y al desembarco de Normandía y pescaba solo Marlins de proporciones gigantescas, no se dibujaba capaz de siquiera considerar la salida de la vida a través de las puertas del suicidio.
Pero
si nos adentramos más en su figura podremos comenzar a ver las grietas en la
coraza del hombre de hierro, testimonios de sus enfermedades mentales, sus
miedos profundos y sus traumas infantiles que resultaron en el trágico desenlace
final de su vida.
Según estudios psicológicos realizados a su
figura luego de su muerte a través de su correspondencia personal y varias
biografías, las causas de su suicidio residían parcialmente en sus traumas
infantiles, que lo llevaron a vivir desenfrenadamente y construir una imagen de
rudeza y extrema masculinidad.
Criado
por una madre que intentaba confundir su
identidad, vistiéndolo como mujer, tratándolo como mujer, incluso refiriéndose a
él como “Dutch Dolly” ( muñequita holandesa) y un padre altamente inestable, quien sufría de
profundos ataques de depresión, irritable en extremo y que solía golpearlo en repetidas
ocasiones, así creció el pequeño Hemingway acumulando resentimiento y dolor hacia un padre que le agredía y una madre que trataba de convertirlo en algo que no era.
Heredero por excelencia de las enfermedades mentales de su familia, entre las que se encontraban el
trastorno bipolar, las tendencias depresivas y el suicido acontecido frecuentemente por los integrantes de esta, la mayoría previamente a su nacimiento , excepto el de su padre, quien se quitó la vida disparándose en la cabeza cuando el autor tenía 29 años, tales males de algún modo lo llevaron a desarrollar una dependencia por el alcohol y sumados a traumas cerebrales acontecidos por varios golpes sufridos a lo largo de su existencia forjaron su condición. Sus biógrafos
y amigos personales describen sus estados de ánimo como extremadamente
cambiantes , podía pasar en una fracción de segundo de la ruidosa alegría a la
melancolía más profunda y presentaba explosivos
arranques de irritabilidad, sus traumas craneoencefálicos, el abuso del alcohol,
el sentimiento de culpa por la muerte de su padre, y el odio visceral hacia su madre
fueron construyendo un laberinto en el interior del escritor, convirtiendo la
idea de la muerte y el suicidio como liberación en un pensamiento recurrente en
su mente.
En 1923
escribe en una carta a Gertrude Stein: “ Por primera vez entiendo cómo un
hombre puede cometer suicidio, solo por tener tantas cosas con las que debe cumplir
que no sabe por dónde empezar”
En 1954 en correspondencia a Ava Gardner
escribe:” Aunque no soy creyente de los análisis creo que gasto todo este
infierno de tiempo matando animales y pescando marlins para de ese modo no
matarme a mi mismo”
Su búsqueda
constante de aventuras y animales que cazar o pescar constituyeron sin duda mecanismos
de autodefensa, y por supuesto su salvadora
por excelencia de las garras del dolor y los
impulsos suicidas, fue, sin duda alguna, la escritura. Su uso como defensa
fue sugerido incluso por él mismo en respuesta a un artículo en el que Scott Fitzgerald hablaba de su
depresión, Hemingway exponía que Fitzgerald debía darse cuenta de que “ el
trabajo honesto era lo único que lo salvaría, trabajo honesto con ficción
honesta”.
El
viejo y el mar” fue la culminación de los intentos del atormentado escritor por
salvarse con la literatura, convirtiendo
esta obra en la imagen de lo que él quiso hacer con su vida: enfrentarse a la
vida, a ese pez fuerte, atraparlo, luchar con él sabiendo que debe asesinarlo aunque
es su hermano, y fue lo que hizo hasta
que el fin se abalanzó sobre él como un mar enojado y ya no pudo escribir más,
su cuerpo y cerebro cedieron ante la enfermedad.
Despertó el dos de julio de 1961 ahogándose en el infierno de la depresión, la paranoia, la culpa, mirando con dolor a los ojos de la fría realidad que le susurraba que ya nunca volvería a escribir. Su mente le traicionaba, extraviando las palabras, con el delirio de persecución acechándole en cada rincón, en el rostro de cada persona y las drogas que le dieron los médicos, que no hacían más que agravar su depresión tan profunda como el mar, puso sus pies en el suelo, se vistió con lo que le gustaba llamar, “ la bata del emperador”, descendió calladamente por las escaleras, hasta el cuarto donde le esperan sus armas, cada una mirándolo silentes desde su sitio, portadoras de un trozo de su historia, escogió la Boss calibre 12 de doble cañón, regresó silencioso por las escaleras, y se sentó en la sala de su casa, con un movimiento trivial pero irrevocable presionó el gatillo, haciendo sonar el disparo que retumbó en el mundo entero, convirtiendo en un epitafio materializado aquella sentencia de su último gran libro:
“El hombre no está hecho para la derrota- se dijo el viejo pescador en medio de la lucha- El hombre puede ser destruido pero no derrotado.”